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Junto a la tendencia generalizada al calentamiento, el otro rasgo que se confirma es el periodo prolongado de sequía, con un nuevo ejercicio con déficit hídrico
AudioAntonio Navajas – Balance del año agrícola 2023-2024
El pasado 1 de septiembre arrancaba el nuevo año agrícola, que abarca desde esa fecha hasta el 31 de agosto del ejercicio siguiente. En entornos rurales como Rute, continúa usándose ese intervalo, frente al año hidrológico, que comprende del 1 de octubre al 30 de septiembre. Esta periodicidad va más ligada al régimen de lluvias, mientras que la primera se emparenta con el periodo tradicional de cosecha. Lo recuerda Antonio Navajas, que recopila a diario los datos oficiales meteorológicos y pluviométricos de Rute para enviarlos a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Para ello, Aemet facilita una estación homologada en las afueras del casco urbano.
Visto con perspectiva, el recién concluido ejercicio deja dos titulares dignos de reflexión. Por un lado, en las temperaturas, se consolida la tendencia al alza. Y en las lluvias, continúa el periodo prolongado de sequía. Falta constatar si es un ciclo, aunque largo, o, por el contrario, otra tendencia que se acentuará en el futuro. En lo referente a los termómetros, la temperatura media ha sido 1,88 grados más alta de lo habitual. La media de la serie histórica está en 16,49 grados, mientras que en estos doce meses ha sido de 18,37. Parece poca diferencia, pero esa media es global, es decir, el resultado de las mínimas y las máximas de todos los días. Por tanto, ratifica “un calentamiento” respecto al periodo histórico de referencia, de 1990 a 2020.
- No se han batido registros en verano, pero se han acumulado dos tercios de julio y agosto con máximas por encima de 35 grados
Entrando en detalle, no ha sido un verano en que se hayan batido registros. Tan sólo en una jornada se alcanzaron los cuarenta grados. La sensación de sofoco ha venido por la acumulación de días de calor. En dos tercios de los 62 que suman julio y agosto la máxima ha estado por encima de los 35 grados. Y casi todos los días restantes se marcaron más de 33. Ello ha deparado, no sólo en Rute, varias olas de calor, cuando se sobrepasa durante al menos tres días, el umbral medio de los últimos treinta años. Otro tanto ha ocurrido a la hora de dormir, con una concatenación de noches tropicales (con la mínima por encima de 20 grados) e incluso una ecuatorial (más de 25). Fue el 29 de julio: el mercurio no bajó de 27,5 grados. Después, en agosto no ha habido ni una noche con menos de 20.
Los otros meses han registrado también valores insólitos. En octubre se marcaron 34,9 grados, a mediados de noviembre había 26,6 y en diciembre se llegó a 20,6. Ya en 2024, en enero de registraron 25,4 grados, y en marzo, recién entrada la primavera, hubo 29,3. En general, “salvo junio”, todos los meses han estado en torno a dos grados por encima de su media, con el caso llamativo de enero, que estuvo 3,46. Por contraste, en los meses más fríos no ha habido heladas ni una sola vez. Ni siquiera se han registrado valores negativos. La mínima se marcó el 8 de enero, con ocho décimas sobre cero.
En cuanto a las lluvias, con 551,2 litros, se cierra un año agrícola con un déficit hídrico del 10,62%. Aun así, supone “una mejora” respecto al ejercicio anterior, en que ese déficit superior al 34%. Como ocurre con las temperaturas, el periodo de referencia es el mismo, y la media anual en Rute, es de 616 litros. Esa media ya se había actualizado a la baja, respecto a los 629 del periodo anterior. Una de las causas de estos paupérrimos registros es que ni el otoño ni la primavera respondieron a las expectativas. Sólo invierno las precipitaciones se comportaron con la lógica de nuestro clima. De hecho, el año se ha “salvado” gracias a marzo, que dejó 181,5 litros, convirtiéndose así en el tercer marzo más lluvioso de la serie histórica. En especial destacó el día 9, con el mayor registro del ejercicio, 48,3 litros.
Con esas cifras, al terminar el mes el total acumulado iba camino de la media. El problema es lo poco que llovió después. Y es que, junto a la concentración de agua en intervalos cortos, otra característica de esta escasez pluviométrica es que cada vez se adelanta más la llamada “sequía estival”. Es normal que las precipitaciones sean nulas en julio y agosto. Pero empieza a ser alarmantemente frecuente que junio, mayo e incluso abril sean secos. También noviembre y diciembre “defraudaron” antes de un invierno que sí respondió a lo que se esperaba.
La combinación de calentamiento y escasez de lluvias tiene otra consecuencia directa, una mayor evaporación. Por todo ello, si bien la meteorología no es una ciencia exacta, Antonio Navajas teme que esa sequía no responda a un ciclo. Más bien apunta a una tendencia, “en especial en la mitad sur de España”, que nos situaría en la antesala del clima desértico. A pesar de la naturaleza “caótica” de la atmósfera, confía en que el pronóstico en sí “cada vez va a ser más fiable”. Se cuenta con mejores instrumentos de medición, mejores satélites y ordenadores para analizar muchos datos en poco tiempo. A ello suma la capacidad de la inteligencia artificial para interpretar esa información.