La lluvia no impidió la clausura estelar del Año Jubilar Carmelitano

Aunque la misa pontifical se trasladó a Santa Catalina, la procesión extraordinaria de la Virgen del Carmen puso colofón a doce meses de celebración del centenario del patronazgo

La Virgen del Carmen en su traslado desde su ermita en calle Toledo

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Y no llovió. Al menos, no lo hizo hasta que la Virgen del Carmen atravesó el dintel de la puerta de su templo, de vuelta a casa. Atrás quedaban, en el corto plazo, siete horas intensas, sin descanso, de incertidumbre, emociones a flor de piel y explosión de júbilo final. A largo plazo, se ponía fin a doce meses de festejar por todo lo alto el centenario de su proclamación como Patrona de Rute. En el día de la Fiesta Nacional, el 12 de octubre se hizo más local que nunca con la clausura del Año Jubilar conmemorativo.

  • En cuestión de horas hubo que sopesar varias alternativas y tomar decisiones ante la amenaza de lluvia

A medio plazo, se ponían en la punta cuatro días de reuniones y toma de decisiones, de buscar un equilibrio entre lo que pedía el corazón y lo que la razón aconsejaba. Conforme se acercaba el sábado se acumulaban en la mesa de la real archicofradía y el consejo del centenario las alternativas que requería la previsión meteorológica. Durante toda la semana la amenaza de lluvia había ganado enteros, pero a medida que se acercaba el día cambiaban, como el movimiento de las nubes con viento racheado, las horas en que podría hacer acto de presencia.

Con esa volatilidad del tiempo, la presidenta de la cofradía, Ana Burguillos, había firmado el jueves un comunicado con las resoluciones tomadas por las dos entidades implicadas. El Teatro al Aire Libre “Alcalde Pedro Flores”, en pleno corazón del también centenario Parque Nuestra Señora del Carmen, quedaba descartado como sede de la solemne misa pontifical. Se celebraría en Santa Catalina y, si no llovía, la Patrona sería trasladada a la parroquia desde su santuario.

Y no llovió. Con las campanas tocando las ocho de la mañana se abrieron sus puertas para que la Virgen emprendiera un trayecto corto, de menos de una hora, pero emotivo. A ello contribuyeron los Hermanos de la Aurora, patrimonio inmaterial de Rute. Sus sones son más que centenarios; sus acordes y melodías, la banda sonora del sentimiento carmelitano; sus letras, la devoción de un pueblo hecha música y poesía.

Nada más traspasar la puerta principal de Santa Catalina, decenas de personas se desempeñaron en un ejercicio de precisión y coordinación. Había que acondicionar la parroquia y preparar la misa pontifical en tan sólo una hora, que a muchos les parecería un suspiro. El tiempo interno y subjetivo es así de arbitrario. En ese intervalo se acondicionó el trono, se montó el altar y el adorno floral, y se colocaron los bancos y las sillas supletorias para acoger un aforo cercano a las seiscientas personas. Entre ellas, hubo autoridades y representantes locales, como la Corporación o los Cronistas Oficiales de la Villa, y provinciales, como la diputada Irene Aguilera. Asimismo, tanto aquí como en la procesión posterior se invitó a pregoneros, hermanos mayores, reinas y damas de honor de años anteriores.

Con esa suma de celeridad y eficacia, a las diez comenzó la solemne eucaristía presidida por el cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Como recordó Javier Reina, presidente del consejo del centenario, los presentes estaban siendo “testigos del fervor del pueblo de Rute por la Virgen del Carmen”. Para remarcar la solemnidad, se contó con el acompañamiento musical de la Coral Polifónica Bel Canto, el Grupo Vocal Lyrica, el Grupo Nomina Sacra y  el piano de Antonio José Henares, todo bajo la dirección de José Antonio Quiles.

En la homilía Rouco Varela habló de cómo el hombre es “un ser para la vida”. En ese contexto, recordó que el Año Jubilar se concede para alcanzar la indulgencia plenaria, “para mirar en lo más hondo de nuestra vida”. También habló de la Virgen del Pilar y Santiago Apóstol, y la relevancia de ambos en España. En el ámbito local, mencionó que Rute comienza su historia cristiana en el segundo milenio y describió cómo la Virgen del Carmen ha sido “una suave brisa” en la vida religiosa del pueblo.

Antes de que acabara la eucaristía, el alcalde David Ruiz y la concejala de Cultura, Dolores Ortega, descubrieron junto a Ana Burguillos el regalo del Ayuntamiento. Según detalló la teniente de alcalde, Ana Cobos, se trata de una mantilla de Bruselas bordada a mano con el escudo de Rute en la parte trasera. El cierre lo pondría Ana Burguillos con un poema escrito por Juan Rafael Guerrero en 1957. A continuación, en menos tiempo aún del que se había tardado en montar el altar, se despejó todo para que la Virgen saliera en procesión extraordinaria si afuera seguía sin llover.

Y no llovió. Y la Patrona asomó a la hora del Ángelus a las calles de su pueblo. El cortejo contó con representación de las cofradías ruteñas y de parte de la provincia y otros puntos de Andalucía. Para el acompañamiento musical no podía faltar la Banda Municipal, la devoción carmelitana transcrita en partitura, también patrimonio inmaterial de Rute por derecho propio. A sus marchas se sumaron las de una formación de lujo, la Banda de Cornetas y Tambores Rosario de Cádiz. Ambas intensificaron la emotividad del recorrido extraordinario. Los gaditanos estremecieron con piezas como su emblemática “Eternidad” junto al Ayuntamiento. Y la banda ruteña, reforzada con un cuerpo de cornetas, hizo sonar como nunca los himnos y marchas carmelitanos, como “Reina entre olivares” o “Reina y Señora”, repetido en bucle por la calle Toledo, como si este 12 de octubre fuera un 15 de agosto.

Y de esta forma llegó la Patrona a su templo, sin que el cielo se desangrara, porque la única lluvia de la mañana fue una monumental petalada que había caído sobre la Virgen del Carmen en la plaza que lleva su nombre. Al entrar en su ermita, como si de una saeta de Semana Santa se tratara, Anselmo Córdoba, pregonero de las Fiestas Patronales del centenario, se vació para lanzar desde lo más hondo de sus entrañas un grito al aire ruteño: “¡Viva la Virgen del Carmen! Y ahora, que llueva todo lo que quiera”. Y así fue. Llovió bastante en las horas siguientes. Pero eso fue después, después de la clausura del Año Jubilar Carmelitano, después de que Rute festejara por todo lo alto el primer centenario con la Virgen del Carmen como su Patrona.

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