La lluvia impide la salida procesional de Nuestra Señora del Consuelo

  • Pese a no haber procesión, se ha disfrutado de un programa completo en la aldea de La Hoz

  • Estas fiestas tienen el componente emocional de suponer un reencuentro tras el verano

El espectáculo piro musical se ha consolidado como uno de los atractivos de estas fiestas
El espectáculo piro musical se ha consolidado como uno de los atractivos de estas fiestas

Galería Audio

De nuevo hubo que recurrir al tópico de “No pudo ser”. Era la frase que repetían quienes habían confiado en que la lluvia cesara y pudiera salir en procesión la Virgen del Consuelo. Hubiera sido, sin duda, la guinda a esos días especiales que se viven en la aldea de La Hoz cada primer fin de semana de septiembre. Apenas eran unas gotas de lluvia las que caían hacia las nueve de la noche del sábado. Pero suficientes como para no poner en riesgo el patrimonio de la cofradía, como apuntó su presidente, Perfecto Rodríguez. Con todo, se siguió el protocolo habitual en estos casos. Se esperó media hora, pero la llovizna, aunque débil, no cesaba. Para entonces, además, había caído la noche y los pronósticos en internet confirmaban la persistencia del agua un rato más.

  • Todo el programa de estas fiestas da pie a la convivencia entre los vecinos de la aldea
  • Para muchos que tuvieron que marcharse, supone la vuelta a sus raíces durante unos días

Fue poco, en efecto, pero de haber salido significaba llevar el resto del programa con retraso, y con la incertidumbre de que volviera a lloviznar. Más arriesgado aún que sacar una talla es poner en la calle un lienzo. Por tanto, se optó por lo habitual en estos casos. Con la imagen de la Virgen del Consuelo a las puertas de su ermita, la Agrupación Musical Santo Ángel Custodio interpretó unas marchas. A continuación, se dio paso a una de las grandes novedades del año pasado: el espectáculo piro musical que reemplaza a los fuegos artificiales, desaconsejados en pleno entorno natural.

Representantes políticos, del clero y de las de más hermandades y cofradías de Rute asistieron en el llanete al mini-concierto y al posterior espectáculo de luz y de sonido. Lo que hace un año se hizo como alternativa se ha confirmado como un acierto que hubiera echado el broche de oro a la noche. No fue del todo así. No cabe duda de que la salida del lienzo de Juan Ruiz Soriano supone el punto álgido de estas peculiares fiestas. Sin embargo, en torno a esta salida procesional se genera un programa tan amplio y sobre todo unas sensaciones tan especiales que se pueden seguir disfrutando aun sin procesión. Hasta el rezo del santo rosario, con el que había arrancado el programa el jueves, es distinto, al estar acompañado por la música de un cuarteto de cuerda. No es el único aliciente más allá de la celebración religiosa. Las carreras de cintas del sábado por la tarde son una tradición que pervive gracias a estas fiestas.

Como muestra de que esto es algo más que una procesión, puesto que la lluvia cesó definitivamente poco después, continuó la velada y uno de los momentos más esperados de estas fiestas: la subasta. De nuevo ha vuelto a ser muy participativa, con más de ciento treinta regalos desde que se abriera el sábado por la mañana. Entre ellos, se habían expuesto nada menos que veinte jamones. Una de las peculiaridades de esta subasta es que se prolonga en una segunda parte en la jornada del domingo. El secretario de la cofradía, Adolfo Villén, recuerda que el sábado se terminaba tan tarde que se optó por rematar al día siguiente en la llamada “subastilla”. Era la consecuencia de las legendarias pujas entre los vecinos de la aldea, en un afán de colaborar.

Y es que, como apunta su esposa, la vocal de Cultos, Dolores Roldán, es una ocasión para que se junten los vecinos, hablen y disfruten de la convivencia. Consecuencia de ello es la cena de hermandad que se celebra el viernes, tras la misa oficiada por Carmelo María Santana, párroco de San Francisco de Asís. La cofradía nunca envía invitaciones. No hace falta. El llanete o explanada que hay junto a la ermita se llena de gente que acude para participar, para volver a verse. Porque son fiestas de reencuentro, de clausurar de manera más o menos oficiosa el verano, tras las vacaciones. Cada año por estas fechas, desde el casco urbano de Rute y desde el resto de las aldeas se acercan a este rincón incomparable a echar el cierre estival, o bien celebrar el cambio de ciclo.

No es sólo el reencuentro tras unos días o unas semanas fuera. También representa la vuelta a casa para quienes un día tuvieron que marcharse de este rincón singular, por trabajo o porque sus tierras, las huertas, quedaron para siempre bajo las aguas del pantano. Como apuntó una vez Manuel García Iturriaga, colaborador de la cofradía y autor del libro “Consuelo: entre El Pamplinar y La Hoz”, la aldea está ligada desde entonces a una sensación de ausencia, de paraíso perdido. Adolfo Villén apostilla que el tiempo transcurre aquí con un ritmo distinto. Por eso la gente está deseosa de volver a esas raíces que quedaron atrás, aunque sea unos días. Es el encanto de estas fiestas, ese toque original que no deja de disfrutarse ni siquiera aunque la lluvia impida la procesión.

Deja un comentario