La Escuela Hogar abre sus puertas con la vista puesta en su sexagésimo aniversario

  • Aunque la Fundación Juan de Dios Giménez ya acogía a hijos de familias temporeras, fue en el curso 1964-1965 cuando se firmó el convenio con el Ministerio de Educación y Ciencia

A lo largo de la tarde los menores tienen un tiempo de estudio y otro para talleres adaptados por edades

Oferta formativa y de residencia en la Escuela Hogar

A la par que el curso escolar en Infantil y Primaria, también ha comenzado el año académico en la Escuela Hogar. El centro emblema de la Fundación Juan de Dios Giménez ha abierto sus puertas a más de un centenar de menores de Rute y de pueblos cercanos. En total, cuenta con ciento veinte plazas de residencia, gracias al concierto con la Junta de Andalucía. A ello se suma otras que la Escuela Hogar facilita con fondos propios a través de las denominadas becas de fundación. En el primer caso, la cobertura es completa, es decir, tras el horario lectivo, los menores se quedan durante la tarde y pernoctan en el centro. En cambio, las becas de fundación sólo “garantizan” hasta la cena, en palabras del presidente de la institución, José Antonio Pino. Se costean con fondos de la propia fundación y “financiación externa”.

En las dos modalidades hay alguna plaza disponible. Se pueden solicitar hasta el 14 de octubre. Basta, según detalla la directora de la escuela, Sofía Fernández, con acercarse a sus instalaciones. Las familias beneficiarias son “trabajadoras, monoparentales o temporeras”. Quienes accedan a una de estas plazas pueden beneficiarse de los servicios de una escuela que, como remarca la directora, funciona “como una familia” pero, además, es “centro docente”.

  • La escuela oferta plazas de residencia, que incluyen pernoctación, y becas de fundación, para quedarse hasta la cena

La demanda no deja de crecer, hasta el punto de que Pino asegura que la fundación se ve “un poco justa” para satisfacerla y llegar hasta las veinte becas adicionales. En parte influye la conciliación laboral y familiar. Pero al mismo tiempo sus servicios son cada vez más conocidos, gracias a iniciativas como las escuelas de verano. En general, para optar a una plaza hay que estar matriculado en el IES Nuevo Scala o en los colegios de Infantil y Primaria de Rute. También puede haber jóvenes que estudian fuera, previo concierto con el centro en cuestión “y siempre supeditados al transporte público”.

Con esa salvedad, el núcleo de residentes son hijos de familias temporeras del mismo Rute y sus aldeas, y de pueblos de la comarca, aunque hay de municipios más lejanos como Aguilar o de la provincia de Málaga, como Villanueva del Rosario. La vicepresidenta, María del Carmen Cobos, matiza que en los últimos años se suman familias foráneas asentadas en la localidad de países como Marruecos u Honduras.

El servicio es similar, excepción hecha del tema de la pernoctación. Como distingue el secretario, Juan Francisco González, los menores tienen su tiempo de ocio, pero nunca están ociosos. Durante su estancia, siguiendo con el símil de la gran familia, se les ofrece educación en valores y se potencian hábitos de higiene o alimentación. Aparte de las horas de estudio, hay una serie de talleres, adaptados a los diversos segmentos de edad: de cocina, juegos de mesa, cine-fórum, huerto ecológico, deporte, manualidades, baile, idiomas (inglés y francés) y alguna charla temática. Para ello, cuentan con una plantilla en torno a las quince personas, más voluntarios.

Con esa actitud, llevan ya seis décadas dando respuesta a tantas familias. El pasado mes de marzo la Fundación Juan de Dios Giménez celebró los 125 años de andadura. Sin embargo, fue en el curso de 1964-1965 cuando la Escuela Hogar nació tal y como se conoce hoy. Si bien desde antes acogía a menores, fue entonces se firmó el convenio con el Ministerio de Educación y Ciencia. Por tanto, cumple sesenta años y José Antonio Pino confirma que se están planificando los actos conmemorativos. Desde aquellos lejanos sesenta la escuela ha evolucionado a la par que la sociedad. Pero su filosofía no ha cambiado: ser una segunda casa para menores familias trabajadoras.

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