Estimado lector, dentro de las consecuencias provocadas por la pandemia cabe resaltar la crisis de un sector que nunca terminó por despegar, la cultura. Aunque centraremos nuestro análisis en la cuestión local, esta se podría extrapolar a un ámbito comarcal, provincial o incluso nacional. En anteriores ediciones, hemos tratado algunos actos que se han desarrollado durante los momentos más prohibitivos; no obstante, no han tenido la acogida que deberían, es por todo esto que os invito a reflexionar en torno a la realidad del mundo de la cultura.
Nuestro pueblo es un auténtico hervidero cultural, prácticamente rebosa cultura por doquier. Encontramos ejemplos muy ilustrativos como nuestros músicos, nuestros escritores o nuestras mismas fiestas. Mientras que, en otros puntos la pandemia puso punto y final a muchos dinamizadores, en nuestro caso supuso una pausa que está comenzando a acabarse. Ciertamente, la cultura es un fenómeno generoso, variado y enriquecedor por naturaleza, pues habitualmente depende del buen hacer de otro ser humano y deja huella en cada uno de nosotros. Desde un punto de vista económico, en pocas ocasiones la cultura genera riqueza suficiente para autosostenerse. Por esta razón, suele depender de otros sectores como, por el ejemplo: el turístico, al cual, en nuestro país se encuentra muy ligado. Hasta hace un año todo se encontraba en un equilibrio aceptable, aunque insuficiente. Sin embargo, la llegada del COVID condenó a la agonía al sector, provocando la ruina de muchos.
Como hemos visto la situación actual es poco halagüeña a nivel general, nuestro caso es especial porque depende de la ilusión de muchos de nosotros. Es por todo esto que ánimo a disfrutar, aprovechar, apoyar e incluso aportar. Nuestra aportación no tiene por qué ser económica, en muchas ocasiones vale con asistir, mostrar interés, así como cuidar y valorar el trabajo que hay detrás. Creo que es momento de revalorizar lo que tenemos y ser conscientes que hay que actuar para evitar que desaparezca.
¡DESTACAMOS!
