La Coral Polifónica Bel Canto trae a Rute el Réquiem de Mozart

  • Junto a la Orquesta Sinfónica y Coro del CEEM de Málaga y el Orfeón Universitario de Málaga, han puesto en escena la obra cumbre del genio austriaco

  • El concierto ha servido para clausurar por todo lo alto el Ciclo Municipal de Música Clásica

Entrevistas Coral Bel Canto – Réquiem de Mozart

Hay un rasgo de la Coral Polifónica Bel Canto de Rute del que nunca han hecho gala, pero que siempre ha estado presente: su inconformismo. Aunque se les identifique más con algunos géneros, como los villancicos, desde que comenzaron no han dejado de buscar nuevos registros. Gracias a esa inquietud, han virado de la música sacra a la zarzuela, el resto de estilos peninsulares y hasta guiños a la música latinoamericana. Sin embargo, acometer el “Réquiem” de Mozart se antojaba como un salto sin red. Lo confirman su director, Miguel Arjona,  y su vicepresidente, José María Molina. Era el reto más difícil al que se han enfrentado hasta ahora. Y lo mejor de todo es que han salido más que airosos. Da fe el público que llenó Santa Catalina en la fría noche del primer sábado de diciembre. La clave es que la propuesta de Arjona tuvo el respaldo de la directiva y el resto de la coral para atreverse con una empresa de tal complejidad.

Por todo ello, se esperaba con expectación este concierto que clausuraba el Ciclo de Música Clásica organizado por el área de Cultura del Ayuntamiento de Rute. Y es que, a la exigencia de la obra, se unía la dificultad de ensamblar en el escenario otras tres formaciones. Junto a la coral, estaban la Orquesta Sinfónica del Centro Experimental de Estudios Musicales (CEEM) de Málaga, el Coro del CEEM y el Orfeón Universitario de Málaga. El director armenio Ara Vartanian se encargó de coordinar a un total de ciento veinte personas. Tiene el mérito añadido de haberlo hecho sin ensayos. Tan sólo se interpretó parte del Réquiem en Málaga en abril. Al completo se ha llevado a escena ahora, con una única puesta en común previa, esa misma tarde. Para completar la obra maestra (y póstuma) de Mozart, se tocaron otras piezas del genio de Salzburgo, como el Adagio para violín y orquesta o el Andante del Concierto nº 21 para piano y orquesta.

Tras esta introducción, llegó el ansiado momento de que el Réquiem sonara con toda su grandeza en la excelente acústica de Santa Catalina. Por si su atractivo fuera poco, como recordó la concejala de Cultura, Ana Lazo, la cita llegaba a las puertas del aniversario de la muerte del músico austriaco, el 5 de diciembre de 1791. Aparte de la cercanía de fechas, el Réquiem se fue gestando durante la agonía del autor, hasta el punto de que iría ligado a su propia muerte. De ahí que, a la altura de la parte titulada “Lacrimosa” se guardara un instante de silencio. Salvo algún aplauso incontenible, sería la única pausa hasta el final. Entonces sí, los asistentes reconocieron con su ovación la belleza de lo que habían escuchado. Si es verdad que la música eleva espiritualmente, la coral y las otras tres formaciones acababan de acercar a sus oídos un trozo del paraíso.

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