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Con ese lema y la actitud como seña de identidad, este profesor de Derecho se ha reinventado para demostrar que con voluntad se puede cambiar el mundo
Hace catorce años, Juan Luis Muñoz Escassi, un profesor de Derecho de Sevilla, cayó en un proceso depresivo. Lejos de dejarse llevar en aquel “viaje a la oscuridad”, algo en su interior se activó como una palanca que le permitió emerger del pozo. La palanca se llamaba “actitud”. Como si de un Arquímedes del pensamiento se tratara, descubrió que con ella podía cambiar el mundo, o al menos nuestra interacción con él. Desde entonces, lo ha ido contando, primero en su tierra, luego en el resto de España, hasta “cruzar el charco” más allá del Atlántico. Ahora lo ha hecho en Rute, en el CEMAC Pintor Pedro Roldán. Según aclaró el concejal de Participación Ciudadana, Javier Ramírez, la ponencia ha sido posible gracias a la subvención que otorga la Diputación. En esta ocasión, se ha repartido la cuantía entre colectivos locales y esta ponencia.
- Frente a la actitud, que requiere trabajo y tiempo, está el miedo, que nos impide avanzar
Desde 2011, Muñoz lleva embarcado en decenas de retos deportivos solidarios como maratones o triatlones, bajo la marca “Reto Pichón”. Ha recaudado así más de ciento cincuenta mil euros que han ayudado a la investigación y la lucha contra enfermedades como la ELA, el cáncer infantil o la distrofia muscular de Duchenne. En 2019 registró otra marca, “Tu cien x cien”. Con ella, ha traído a Rute ese mensaje en torno al poder de la actitud. Básicamente, consiste en poner las capacidades y los sentidos “a pleno rendimiento” en cada una de nuestras acciones. Cree que es posible, porque en la infancia no se ven limitaciones. Nacemos al 100% y luego “nos hacen realistas”.
La actitud no viene por sí sola. Requiere trabajo y tiempo, y entrenarlos “a diario”. Está convencido de que a lo que no se le dedica tiempo “muere”. En el lado opuesto a esos tres pilares, estaría el miedo, que considera “la verdadera enfermedad epidémica” y el peor obstáculo, “porque no nos permite avanzar”, sobre todo si somos felices en un espacio o contexto muy reducido. Contra él, para que no nos impida salir de nuestra zona de confort, hay que estar “vacunado”, porque la vida implica arriesgarse, ya sea contra el miedo a la incertidumbre o al fracaso. Entiende que éste viene inoculado desde el colegio. Nos han enseñado que si fracasamos “hay que esconderse”, cuando el fracaso no es más que “la diferencia entre nuestras expectativas y la realidad”.
Frente a ese miedo, propone contar con un “kit de emergencia”. Lo conformarían tres elementos: los estímulos, un listado de “trofeos”, es decir, lista de logros u objetivos conseguidos, y un “medidor de momentos”, para conocer las limitaciones y analizar cada circunstancia. Al mismo tiempo, antes de salir fuera, al mundo, hay que arreglar la actitud que cada uno lleva por dentro, dedicarse tiempo y salir “motivado de casa”. En suma, invita a limpiar el “trastero” emocional, cambiando la caja de la culpa por la de la responsabilidad, o eliminando frases como “Yo soy así” o “No puedo”.
Él descubrió con su propia experiencia que fracasar “es un aprendizaje”, que lo importante no es lo que nos pasa sino qué hacemos con lo que nos pasa. Después, “con voluntad y paciencia”, hay que saber tratar a los demás con “escucha activa”, comunicación y empatía, en definitiva, con emoción. Cada uno debe intentar hacer sentir bien a los demás y para ello tiene claro que la sonrisa es “el pegamento social”. Si es así, en Rute debió de hacer sentir bien al auditorio del CEMAC porque todo el público acabó con una sonrisa al término de su intervención.