José Antonio Alcalá supera las adversidades y termina los exigentes 74 kilómetros de la Transvulcania

  • El corredor ruteño sufrió problemas estomacales que le obligaron a parar en un par de ocasiones por un tiempo total de dos horas

  • Aparte de la considerable distancia, esta carrera de montaña, disputada en la isla canaria de La Palma, sumaba más de ocho mil metros de desnivel

Alcala
Pese a las dificultades, Alcalá asegura que la prueba es apasionante por el ambiente y los paisajes que permite contemplar

Audio

La dureza de las carreras de fondo por montaña parece no tener techo. Se acumulan kilómetros y desnivel sin que los corredores se muestren dispuestos a decir “basta”. En mayo se han sucedido dos cuyos datos, cuanto menos, impresionan. Ambas han contado representantes del Club Hacho Trail, de Rute, aunque con suerte desigual. Por un lado, sin salir de Andalucía, el domingo 15 se disputó la edición número 19 de los 101 de Ronda, con casi ocho mil participantes, entre ciclistas de BTT, trails individuales y por equipos. Entre los corredores a pie hubo dos ruteños, Paco Buendía y Fabio Sánchez. Sin embargo, ninguno pudo terminar. En el caso de Buendía, los problemas estomacales le obligaron a abandonar en el kilómetro 40, mientras que Sánchez también se vio obligado a parar antes de tiempo, en el kilómetro 70, por los calambres.

Alcala 02b
Tras los problemas sufridos, el corredor ruteño saltaba exultante al cruzar la línea de meta
  • Ha ganado en experiencia y ha encontrado la fuerza mental para seguir que no tuvo el año pasado en el Mont-Blanc
  • Lo que demuestra una prueba tan exigente es que, a partir de cierta distancia, el resultado es imprevisible

Una semana antes, y bastante más lejos, en concreto en la isla canaria de La Palma, tenía lugar la octava edición de la Transvulcania. Hasta allí se desplazó José Antonio Alcalá, en este caso con su equipo de Albacete, donde reside por cuestiones laborales. De vuelta a Rute, ha reconocido que los propios corredores cada vez se ponen el listón más alto. La Transvulcania tenía 74 kilómetros. Por si fuera poco, acumulaba nada menos que 8004 metros de desnivel, 4169 ascendentes y otros 3835 descendentes. De hecho, confiesa que no le tienta participar en los 101 de Ronda porque no tiene tanto desnivel, “que es lo que gusta a los montañeros”.

En la modalidad ultratrail de la Transvulcania tomaron la salida mil ochocientos corredores de cuarenta nacionalidades. Pero entre las otras distancias “más cortas” la cifra de participantes superaba los tres mil. Alcalá la define como una prueba “mítica”, que todo el mundo quiere correr por el ambiente que se vive. No en vano, han estado los mejores de esta modalidad. El ruteño destaca que en una misma carrera puedan estar juntos corredores amateur con otros especialistas. Matiza que ninguno puede vivir de ello, aunque entrenen como profesionales. Éstos compiten por ganar. Para los demás, en cambio, el reto es terminar.

Alcalá se había propuesto hacerlo en menos de diez horas. Sin embargo, sólo pudo cumplir el objetivo de acabar, aunque por encima de lo previsto. Para empezar, él y sus compañeros de Albacete apenas pudieron descansar antes de tomar la salida a las seis de la mañana. Pero lo peor iba a llegar en plena carrera. Tras completar la primera ascensión hasta el kilómetro 16, aparecieron los problemas estomacales que no tardarían en traducirse en vómitos e indisposición. Así tuvo que seguir hasta el kilómetro 36. Lo llamativo es que asegura que en los días previos y hasta el momento de tomar la salida se sentía bien, sin el más mínimo síntoma. En una carrera de 20 kilómetros, el corredor aguanta como puede hasta la meta. Pero en distancias así y con esa dureza, al ruteño le fueron adelantando corredores hasta que tuvo que detenerse para que le asistiera un médico deportivo de Cruz Roja.

Estuvo parado una hora y media, de manera que los 48 kilómetros que le restaban equivalían a hacer otra carrera distinta. Pero se sentía muy recuperado y motivado, hasta el punto de adelantar a muchos corredores. Así avanzó hasta que de nuevo apareció el dolor y las molestias en el kilómetro 55, cuando ya habían comenzado una bajada muy pronunciada, desde los observatorios hasta el nivel del mar. Tuvo que parar otra media hora, pero se repuso y continuó, en parte “por orgullo”, en parte por la insistencia del médico y en parte porque no quería que se repitiera la situación del año pasado en el Mont-Blanc, cuando tuvo que abandonar de forma definitiva. En este sentido, ahora es consciente de que ha ganado en experiencia y ha encontrado la fuerza mental para seguir que no tuvo entonces.

Al final, entró en meta al cabo de trece horas. No cumplió el objetivo de hacerla en diez, si bien hay que tener en cuenta que estuvo dos parado. Lo que demuestra una prueba tan exigente es que, a partir de cierta distancia, el resultado es imprevisible. Como bien recuerda, “hasta los profesionales se retiran”. A él le queda el sabor agridulce de que, mientras se sintió bien, estuvo entre los cien y los doscientos primeros. Con una participación de mil ochocientas personas, eso equivale a estar en el grupo de cabeza. Después, lógicamente, terminó más rezagado. Eso sí, los malos momentos se ven compensados por el ambiente en todos los aspectos: paisajes, organización y una isla entera “volcada con la carrera”, con gente animando “en todos los tramos”.

Deja un comentario