Homenaje al placer

Perseguidas y señaladas han sido aquellas personas impuras, lujuriosas, pecaminosas, sodomitas, libidinosas…como si de un código universal del buen humano se tratara; como si un ente superior hubiera dictado modos de comportamiento legítimos y correctos; como si todavía no hubiéramos despertado del eterno letargo en el que nos sumió la religiosidad.
Afortunado aquel que se haya en poseso de un “buen trabajo”; dichoso el que ya tiene “la vida resuelta”; venturoso el que anda por el “camino del señor” y tantas otras barbaridades dichas y escuchadas por doquier. Qué bonito y estupendo. Esta es la importancia que concedemos a la estabilidad económica, pero, ¿Dónde dejamos la estabilidad física y mental?, ¿Quién se concede el lujo de disfrutar de la vida, de los vicios, del placer?, ¿Hace cuánto tiempo reprimimos nuestros deseos para actuar como maquinas con manual de instrucciones?
Señoras y señores, esto no se trata solamente de vender una buena imagen en la sociedad, de ser correcto en público y en privado o de ser un ejemplo para el resto, seamos claros. El ser humano está dotado de instintos maravillosos que durante miles de años nos hicieron sobrevivir, además de gozar de una enorme capacidad receptora de placera la cualno damos la importancia que merece. No desarrollamos nuestros aparatos reproductores solo para procrear, lo hicimos con talento, mucho más atractivos, hasta punto de tener el placer al alcance de nuestra mano, cuando lo deseáramos. Gozamos de una sensibilidad física maravillosa que, de nuevo, nos puede generar infinidad de placer.
Agobiados por el ritmo de vida, por los objetivos que nos proponemos, por lo que se espera de nosotros y tantas otras historias, no dedicamos el tiempo necesario a hacer el amor, liberarnos y disfrutar. Despreciamos los placeres pero alagamos las obligaciones. Algo estamos haciendo mal.
El asunto más importante de todos es que el placer sí nos hace estar bien, sí nos regala esa felicidad que buscamos desesperadamente en nuestros absurdos principios cristianos de castidad y pureza. ¿Pureza? ¿Acaso no es puro lo que sentimos unidos a otra/as persona/as? Entrelazados, superficial y profundamente, cuerpos hechos uno, sumergidos en las entrañas del alma, bebiendo el elixir que nuestros cuerpos nos regalan en su clímax…Puro amor libre y libertario, puro amor a la libertad y al libertinaje. ¿Dónde está esa parte negativa del placer? Sin nombres, sin propiedades, sin estructuras familiares; cuerpos, solo cuerpos que se funden y se disgregan como semillas con el viento. Mucho más que puro, es lindo, es necesario, es satisfactorio, es el combustible de la sonrisa.
Es muy común agobiarnos con nuestros problemas rutinarios, en el trabajo, en casa, con los amigos…lo que siempre se nos olvida es que para todos los problemas comunes siempre hay una sexolución. Hállese la salud en nuestras vidas que del resto se encarga la libido y esto, como principio de vida haría que la sociedad caminara mucho más satisfecha. Considero que en la gente falta la sonrisa mañanera de la aventura nocturna; la mirada cómplice de lo que está por suceder; ese perfume a riesgo de lo prohibido en el que deseamos sumergirnos; el delicioso sabor a sexo sincero.
Entre desorden mental, despiste y conciertos me permito exponer mi hipótesis sobre lo que considero es el errado camino que llevamos como seres humanos y la fórmula para retomar el camino justo, que además, es más placentero. En todas estas palabras hay una enorme cantidad de delirio y frustración viendo como al magnifico placer mundano se le desprecia por tradición aun siendo, junto al poder, el mayor de nuestros ardientes deseos. Mientras tanto hablamos de la cuesta de enero y otras banalidades en lugar de ocuparnos del sexo y sus virtudes. La cuesta de enero es bajada si lo pasas haciendo el amor.
Sin más demora me despido hasta la próxima. Follad sin piedad y sonreíd cada mañana.

Deja un comentario