Ha vuelto mayo

 

A quienes, por lo que sea,

                                              ya no pueden disfrutar de mayo

Ha vuelto mayo y en Rute sabe a fiestas de la Vera Cruz y de la Morenita, nuestra querida Virgen de la Cabeza. Llega mayo al cabo de dos años largos de pandemia, que del todo no cesa. Y hay ganas de salir a la calle, de fiesta y de feria. No debe abandonarse la cautela, pero lo cierto es que alegra que las tradiciones se retomen y mantengan. Las fiestas son siempre un oasis en la rutina de los días, una tregua. Habrá quien vea solo frivolidad y jolgorio en ellas, pero las fiestas son mucho más. Mantenerlas es un pacto que se sella con los que nos aficionaron a ellas, una manera de conservar su memoria y sentirlos cerca. Las fiestas son siempre infinitamente más que unas meras fiestas y hay en ellas un halo de profundidad y trascendencia. Cada vez que sale a la calle la Virgen de la Cabeza es como si todos los mayos vividos de repente volvieran. También acude a la mente, sin querer, la pregunta de cuántos nos quedan. Cuando la vida en el Llano cada segundo domingo de mayo sabe a vida de verdad y a primavera, y contundente se despliega, es inevitable no querer irse de ella para vivir muchos mayos más, para quedarse prendados viendo en la calle a la Virgen de la Cabeza, y recorrer, al son de cantos de romeros y de todo el pueblo, las calles del barrio alto y, ya de noche, también las del bajo, y las del alto, de nuevo, hasta su iglesia.

Quien quiera conocer cómo vive un pueblo con pasión sus fiestas, que venga a Rute en mayo y viva uno de los días más intensos que vivirse puedan. Pero que no deje tampoco de venir en agosto porque Rute también sabe a vida auténtica cuando llega el verano y las fiestas de la Virgen del Carmen. No se entiende Rute sin unas y sin otras. Porque Rute es ambas y las de la Vera Cruz, y el Carnaval, y San Marcos, y su Semana Santa. Rute es todo eso y mucho más. Pero ahora toca vivir mayo y entregarse de lleno a las fiestas del “barribalto”. Desde él, la sierra y el Canuto se ven muy cerca y los ruteños que ya se fueron duermen allí el sueño eterno. La vida en Rute y en mayo recobra sabor a feria en el Fresno, a niñez y a adolescencia, cuando no nos cansábamos de subirnos en los coches de tope ni en todo lo que hubiera. Rute en mayo nos da razones para querer seguir de por vida agarrados a la existencia, con tal de ver, entre otras cosas, la gente llenando las calles y agolpándose en los Cortijuelos, y Rute cantando y gritando “vivas” a su Virgen de la Cabeza. En cada “¡Viva!” va el deseo de vivir nosotros también para disfrutar del segundo domingo de mayo, radiante de luz, pleno de vida, rebosante de alegría, de gozo de vivir, de devoción y sentimientos que bullen dentro y necesitan salir fuera y gritar “¡Viva!”, “¡que viva la Morenita!”. Y que vivamos nosotros para verla.

Por eso, aun sin olvidar que el virus no se ha ido, disfrutemos mayo, por nosotros y por los que ya no lo pueden vivir, pero también vibraron con Rute y su Morenita. Toca salir a la calle, dejar que el sol de mayo nos anuncie en la piel que el verano no anda lejos. Salir y mirar a la Morenita a la cara y decir, como en un precioso canto dedicado a ella, que nos deje soñar que estamos soñando, pero sabiendo que lo que vivimos es real, que estamos vivos, vivos y en Rute, vivos y en mayo, para bebernos la vida a sorbos de ilusión a cada paso, para recuperar con ganas los mayos perdidos y el tiempo no disfrutado los dos últimos años. Mayo llama a vivir y la Morenita invita a echarse a la calle y cantarle, y bailarla y gritarle “¡guapa y guapa!”. Necesitamos salir tras la dura pandemia, salir para desquitarnos de los días en que no pudimos hacerlo. Salir para sentir que sentimos, para agradecer a la vida que haya vuelto mayo y la suerte de poder vivirlo en Rute con su Morenita, que en mayo sale a la calle también, pero que habita dentro, donde llevamos lo que más queremos y lo que es ser y sentirse de un pueblo, donde está eso que en nosotros se activa solo cuando llega mayo y nos damos cuenta que la mejor manera de corresponder a lo que nos regala la vida es volcarse en ella y, con ganas de mayo y de fiesta, sencillamente vivirla y comprobar, una vez más, qué bien le sienta a Rute la primavera

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