Fallece Loreto Garrido, “Lore el Gallero”

  • Con él se va el último de los tres hermanos Garrido dedicados a los dulces que sentaron las bases para poner a Rute en el mapa de la alta confitería

La foto que preside la entrada al Belén de Chocolate, con Lore ofreciendo uno de sus dulces a su nieta Paloma

El pasado 31 de enero fallecía Loreto Garrido, “Lore el Gallero”, como era conocido en Rute. Se apagaba la luz de un maestro pastelero de los de antes, de los que elaboraban el pan y los dulces de forma artesanal, poniendo en cada pieza el mimo y el esmero que las hacían únicas. Desde que circuló la noticia se sucedieron las muestras de cariño a la familia, personalmente o por las redes sociales. En los días posteriores se han multiplicado los testimonios que confirman cómo Lore endulzó los paladares de tantas y tantas generaciones. Aunque llevaba tiempo retirado, todos siguen recordándolo. Fueron muchos los paisanos que pasaron por su pequeño obrador de la calle Pérez Galdós.

  • El maestro pastelero se ganó el cariño y el respeto de todo Rute, con su forma tradicional de elaborar los dulces y el pan en su pequeño obrador

Las amas de casa, porque en aquellos años de su juventud eran más aún que ahora las mujeres las que se encargaban de las tareas domésticas, iban a diario a comprar el pan, los hojaldres del desayuno o las magdalenas de la merienda. Pero también los niños y niñas del vecindario se acercaban a ver si caía algún dulce. Después él se las ingeniaría para que las cuentas le cuadraran, pero no consentía que ningún menor se fuera a casa sin una sonrisa en la cara. Además, repartía en las tiendas de Rute, con puntualidad milimétrica. Las clientas lo sabían y lo esperaban: “¿Ha venido ya el Lore?”, dicho así, con artículo, como se reconoce a las personas en los pueblos. Querían sus roscos, sus molletes, sus magdalenas o sus piononos: “Cuando venga, me guardas media docena”.

Mucho antes de que sus hijos consolidaran el actual imperio de Galleros Artesanos, Lore repartía desde su pequeño obrador de Los Corralejos su arte dulcero a todo el pueblo. Él se lo guisaba y él se lo comía: maestro pastelero, artesano y repartidor. Y no se le caían los anillos. Lo llevaba en la sangre: se ha ido el último de tres hermanos que pusieron a Rute en el mapa de la artesanía confitera. José no se dedicó a los dulces, pero su familia lo describe como un guasón campechano. Algo de eso tenían los otros tres: Andrés, que siguió fiel a la empresa matriz de Productos Garrido; Rafael, fundador de La Flor de Rute; y él, Lore, el de los dulces, el Gallero, el de Galleros Artesanos, el padre de los creadores del Belén de Chocolate, el último en irse de una estirpe única.

Rute les debe mucho, muchísimo. No sólo pusieron a nuestro pueblo en el primer plano de los dulces de Navidad. También le dieron un sello de identidad y un aroma propio. “La Blanca Villa” ya no está impregnada sólo por el olor de sus anisados. Al visitante le espera el aroma de los obradores, el que cobra vida en la saliva de la boca y refleja en una sonrisa la alegría que deja en el paladar. Cualquier maestro pastelero sabe la fórmula de elaborar cada dulce. Pero la confitería no es una mera sucesión de fórmulas, sino una suma de sentimientos: cariño, mimo, esmero, amor por lo que se hace, respeto a una tradición… Todo eso le dice Lore a su nieta con la mirada en la entrañable foto que preside la entrada al Belén de Chocolate. Con su gesto, no sólo le entrega un dulce: le da el secreto de una tradición que pocos como él dominaban. El reto de sus hijos no es tanto seguir creciendo como firma, sino especialmente no traicionar ese legado.

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