La modorra dominical del cambio de hora hace que mi parte furibunda permanezca también adormecida ante tanto disparate. Agradezco haber estado anestesiado y desconectado parte de esta semana tras una intervención menor sobrevenida, para poder librarme de los nuevos despropósitos. Llama la atención el apremio con el que nos incitan a disponer de un kit de supervivencia y los giros dialécticos del uno-alfa nacional para sustentar su relato en la posibilidad de rearmarse sin hacer rearme alguno, al utilizar los recovecos de nuestro rico lenguaje en sus habituales supercherías y manganetas. También destaca el barullo belicista globalizado y la imposición preventiva del miedo y la amenaza. Creo se ha concedido excesivo poder a mandatarios sin resortes democráticos de ego muy alimentado, y lo peligroso realmente es que rigen los designios de los países más poderosos y armados del mundo.
Pero hoy discurriré, (o desbarraré), sobre un tema de calado transversal que me preocupa mucho dentro del panorama patrio. Tal vez no tengo los conocimientos necesarios sobre la historia del Derecho de nuestro país, quizás se ventilan más en la actualidad los desaguisados judiciales, y puede que interese desviar la atención y entretener al pueblo con escándalos que no van a ir a ninguna parte mientras los temas de enjundia se negocian a última hora y desde la trinchera, pero lo que tengo claro es que, según mi opinión, que puede ser obviamente errónea, distamos mucho de acercarnos a la verdadera Justicia. Cierto es también que la justicia la ejercen los justicieros, y que los mismos están trabados y constreñidos por las formas, los modos y las leyes mismas, pero en una nación libre, democrática e inteligente, deberían articularse procedimientos (leyes también), para que no triunfe el que se salta la norma, y lo más importante, para que la ley no pueda estar a favor del delincuente.
Comenzaré por el tema nuclear. En España, los máximos organismos, llámense tribunales, están en manos de los políticos, con lo cual, directamente, no existe independencia del poder judicial. Tenemos ahora el ejemplo de Conde-Pumpido, que ha deshecho una condena previa al escándalo andaluz más notorio con la alegría del que silva por la mañana y con la salvaguarda del que haga lo que haga, no se le va a discutir. No sé si soy yo solo, pero me recuerda los modos disuasorios de Don Vito, aunque sin las Thompson de entonces. Esa mirada esquiva y rahez, ese tono del habla arrastrado, esa arrogancia de quien lo puede todo, esa disponibilidad inmediata al que lo puso allí, esa disposición a la parcialidad, esa actitud no democrática en la máxima figura de un estamento muy necesario, esa falta de esperanza en el triunfo del Derecho, todo con el matiz decadente de una narrativa no convincente ante la cual es mejor callar para evitar que lo cataloguen a uno de fascista, cuando este término ya sólo significa no creer en la versión oficial, ante la cual no vale más que la obediencia ciega, tan peligrosa. Antes ha habido otros, de otro color político, que también respondían a las órdenes de su líder.
Me sonrojé la primera vez que aprecié los fiscales generales del Estado ser defensores de sus amigos políticos de turno y me sigue ofendiendo que ocurra. Dentro de un discurso zangolotino, escrutando también hasta la última línea de interpretación los textos legales, se intenta escurrir la evidencia, entrando en explicaciones extrañas, estridentes y obscenas incluso, que calientan las gradas partidistas de los suyos, mientras parecen enrabietar la de los otros, en un juego maquiavélico en el que no entramos ya muchos españoles, que huimos precisamente de esa falta de verdad, responsabilidad y ejemplaridad públicas, para no caer en la disonancia entre lo que debemos( y queremos) hacer y lo que se hace. Huimos de esos personajes ensalzados a la fama y la gloria actuales, tan éticamente desvaídos, tan discutibles, tan desalmados a veces, porque tenemos que proteger nuestra salud mental y no podemos estar todo el día soliviantados ni hiperreactivos. Huimos de esos fulleros profesionales porque necesitamos vivir el día a día sin tanto sobresalto, sin tanta sorpresa absurda y sin tanta trapacería. Y huimos de caer en la trampa de la polarización, porque no creemos que ningún partido haga todas las cosas bien o mal, y porque defendemos el diálogo real necesario en la Democracia para llegar a alcanzar decisiones importantes que beneficien a la mayoría. Obviamente, no entrar en la polarización, nos puede acompañar de adjetivos de tipo despectivo, obsequiados por todos los bandos ya ineludiblemente polarizados.
Me asombran también las leyes feministas impulsadas erróneamente por la torpeza y el ansia de una ideología de género fracasada y sumisa al fanatismo de una minoría trasnochada, partidista y residual, que no defiende los derechos igualitarios de las mujeres, sino que en ocasiones odia a los hombres, que no ofrece casi ningún adelanto ni progreso, y que, en la práctica, ha puesto en la calle, por ejemplo, a numerosos violadores condenados mientras a otros muchos se les han recortado las penas. Algún error ha debido haber al hacer la ley, que no han cambiado, por cierto, cuando en vez de frenar al maltratador probado con condenas adecuadas, se le recorta la pena y se le pone en libertad. Sin embargo, se ha anulado algo fundamental, invirtiendo la carga de la prueba, haciendo que el hombre tenga que demostrar su inocencia ante cualquier relato acusador de una mujer, lo que va en contra del Derecho y la razón. Algo fallará también cuando ese discurso cursi inefectivo no critica que las mujeres musulmanas en este viejo país sigan portando la hiyab, poniendo como excusa la defensa de su cultura, mientras, curiosamente, sí son capaces de hacerlo con la ablación del clítoris en subsaharianas, de las cuales hay muchas menos censadas. ¡Un poco de coherencia y valentía por favor!
Me descoloca que se socialice el gasto que supone la subvención de los ocupas (u okupas, según guste), porque el Estado no asume el montante de un ideario buenista hacia el que no quiere trabajar y allana la propiedad de otro. Aunque claro, también aquí, se subvierte el orden de las cosas y los trabalenguas hacen que lo bueno, lo políticamente correcto, sea la defensa del vulnerable, pero que el dueño del piso cargue con los gastos corrientes y con los que tendrá que añadir mediante la reforma si alguna vez se desahucia a los inquilinos invasores. Pienso que una nación seria abdica cuando no asume sus deberes y castiga a parte de sus súbditos al no resolver problemas que le competen.
Me preocupa el aforamiento desmedido de políticos en España, que no son juzgados igual que el resto de los mortales. No existen tantos en ningún otro país que se considere avanzado. Esta falta de igualdad ante la ley contraviene uno de los principios básicos de nuestra Constitución. ¡Y aún no han dicho de modificarlo!
Me indigna, además, que a los policías no les pongan medios para hacer su trabajo, y a los jueces no les hagan leyes en condiciones. Porque no lo olvidemos, los jueces juzgan en función de las leyes que disponen los políticos, en Las Cortes, y no las hacen ellos. Si sigue cundiendo la indolencia legislativa en el hemiciclo, se perpetuará este sindiós en el que parecen sacar rédito, precisamente, aquellos que se saltan la ley a la torera de forma continuada.
Y freno ya, porque sólo con mentar algunos de los problemas más serios que no se intentan resolver en esta piel de toro, me van a llover las críticas y puede que los insultos. Supongo que ha llegado el momento de usar el paraguas de la vergüenza y la lealtad, y que, imperturbable, pueda expresar aquello en lo que creo, y aquello en lo que no, para poder seguir caminando derecho al menos, en este Estado que vislumbro más bien torcido…
Postdata: explico esta vez que soy un fiel defensor de la Democracia y la Justicia, del Estado de Derecho, de la igualdad real, incluida por supuesto la de mujeres y hombres, de la Sanidad y Educación públicas, y de otras muchas cosas, y lo digo para evitar dudas o confusiones, pero también añado que criticaré o denunciaré con mis palabras escritas a aquellos, que, de forma torticera, atenten contra la verdadera Libertad, sustentándose en narrativas falsas e interesadas, vengan de donde vengan.
¡DESTACAMOS!
















