EL ESCUDO DE LA RISA

“El humor es un momento libre de inhibiciones” (Mindess)
“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. (Nietzsche).

Vivimos de nuevo un desorden difícil de aceptar de forma cotidiana sin caer en el desánimo, la queja, la ira o el cabreo. El latrocinio y la ineptitud de nuestros gobernantes, las intenciones y apariciones megalómanas de algunos líderes mundiales, la inflación real desmedida, los problemas energéticos y climáticos, el envejecimiento poblacional sin reposición en Occidente, el aplazamiento de la inserción laboral de muchos jóvenes, la desmedida falta de colaboración y la apuesta creciente por el individualismo, son algunos ejemplos de asuntos de cada día aparentemente irresolubles. Sin fácil remedio, podríamos pensar cómo sobrellevarlos.

Aparece así el humor, en todas sus vertientes, como una salida airosa al sufrimiento sobrevenido, como un audaz y activador antídoto.  Y no viene de forma automática cuando lo protagonizamos decididamente, sino que la mayoría de las veces requiere, además de nuestra voluntad, inteligencia y gasto energético. Aun así, pienso que es una buena inversión y elección, ya que produce importantes beneficios en el tiempo.

Renombrados autores han escrito sobre el humor a lo largo de la Historia. Giner de los Ríos dijo que “El fundamento del humor es el contraste, la conciencia de una contradicción que desbarata la realidad objetiva o conveniente de las cosas”. Hobbes cree que “Es muestra de orgullo o superioridad”, idea compartida por Bergson. Ramón Gómez de la Serna recogió lo mismo que Pawlowski, quien añadió que “El humor es el sentido exacto de la relatividad de todas las cosas”. Para Freud, “El humor y la comicidad son fuentes de placer porque ahorran al hombre un gasto de energía psíquica”. Y Scheffer, nos dijo que «La risa o el placer asociado a la risa es el resultado de la percepción de una incongruencia en un contexto lúdico, esto es, un contexto basado en la ausencia de racionalidad».

No todo lo que provoca risa es igual de elaborado. Pero tal vez no haga falta. El nivel de inteligencia y de formación de las personas tampoco lo es. Creo que lo importante es poder disfrutar de la situación, momento o desenlace gracioso, bien sea a través del chiste, la ironía o el sarcasmo. Cada persona tiene su umbral para captar la situación humorística, aunque hay autores muy buenos que despiertan la carcajada en casi todas. El deleite con las vivencias que me han divertido han cambiado a lo largo del tiempo. Cuando era chico, el cine cómico de Chaplin, El gordo y El Flaco y los dibujos animados, más tarde Groucho, Woody Allen o los Simpson, y después el humor más absurdo, y también el gráfico, entre otros. Pero tengo que decir, que lo anterior fue cuando yo no participaba en las situaciones humorísticas o caricaturescas, porque, siendo sincero, me he reído con más intensidad en momentos en los que la risa era provocada por personas cercanas, en ocasiones en situaciones no intencionadas ni buscadas, sino espontáneas. Nunca me divertí al reírme de nadie, y lo pasé mal cuando se rieron de mí. Ocurre eso, ¿verdad? La condición humana lleva con frecuencia a querer ser más que otros, y desde ese balcón egoísta de supremacía, se ha intentado ridiculizarlos, habitualmente mediante comentarios soeces y directos, chabacanos, que un corro de acólitos ha aplaudido de forma gregaria y falsa, por conveniencia.

Estamos inmersos en el Carnaval, tiempos habituales de inhibición y desenfreno. Pero también de crítica social, de descarga emotiva, de ilusión compartida, de afectos cercanos, de recordar los miedos de siempre y de intentar superar las desavenencias de los días mundanos llenos de tedio o ansiedad. Escuché decir a los comentaristas de la final del concurso, en el Teatro Falla, que el aforo estaba medio vacío, mientras que fuera del mismo había una gran cantidad de gente de botellón. Incluso hubo que proteger algunos edificios emblemáticos de la ciudad de Cádiz para prevenir del estrago de vándalos animalizados por el alcohol. Porque el alcohol, y otras drogas, precisamente producen los efectos contrarios de la risa. Ésta libera endorfinas, llamadas las sustancias de la felicidad, sin requerir aditamentos. Conlleva disminución del estrés, da una vivencia placentera y reforzante, promueve una actitud positiva y aumenta la autoestima y la autoconfianza. El alcohol embota, cambia la conducta, limita, atonta y entorpece, aunque en el momento del consumo lleve a una euforia que luego vendrá con la resaca y efectos secundarios. Creo que serían aconsejables unos instantes para pensar en ello.

Está demostrado que después de la activación que ocurre en el momento de la carcajada, que además puede ir con relajación del esfínter, se serenan el cuerpo y la mente. Mejoran el rendimiento intelectual y las tendencias de acercamiento con los demás. Se genera una actitud más positiva en el afrontamiento de la realidad y aumenta la flexibilidad cognitiva, lo que facilita las soluciones creativas e innovadoras a los problemas. Y algo muy importante: los sentimientos positivos promueven conductas y actividades que alientan el gozo y mantenimiento de esta clase de afecto.

Por eso, apaguemos los telediarios y otros ruidos amenazantes y desalentadores que nos enfadan y, juguemos, busquemos los afectos por limpias sendas, y riamos, riámonos mucho, de verdad, desternillémonos incluso, porque como decía, ya moribundo, Edmund Kean, “Morirse es fácil, la comedia es difícil”.  Aprovechemos esta risa, pues, mientras dure…

Deja un comentario