Escrito en el viento

A Mª Ángeles Balmisa,

que se ha ido de repente

quedándole mucha vida por delante…

A su familia,

 para que, al recordarla,

encuentre fuerzas cada día.   

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                                                                                                                            “aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo”

                               

                                                                                                                                                                          Mario Benedetti

Llega la Navidad y las ciudades compiten por ver cuál tiene el alumbrado más vistoso. Y lo cierto es que gusta verlo, pero parece un derroche, por mucho que se diga que gastan poco las luces de bajo consumo. De todas formas, no ocultan la oscuridad de una sociedad donde muchas cosas siguen sin funcionar.

El caso es que, entre la sensación de que los años pasan cada vez más rápido y la ilusión de poner el arbolito y el belén, el trajín de las comidas y cenas navideñas y los compromisos (¿ineludibles?) de estas fechas, tenemos por delante otra Navidad. Ya hace unos días que han empezado a llegar mensajes al móvil deseándonos paz y felicidad. Y son de agradecer, aunque solo seamos un destinatario más del reenvío. Pocos, muy pocos, los menos, se tomarán la molestia de ponernos unas frases suyas. Nos llegarán mensajes y vídeos bonitos, otros cursis o divertidos… De todo habrá. Lo que vale es la intención.

La memoria, siempre a su aire, se escapará a otros años y, sin querer, comparará. Y verá huecos en la mesa, acaso menos ilusión, más apatía quizás… Ya no contamos los días que faltan para que lleguen los Reyes Magos, pero, aún así, el ser humano tiende a ilusionarse con lo que estrena. Y el año que nos espera es bonito, al menos por fuera. Una cifra tan redonda no puede augurar nada malo, aunque, al igual que sus antecesores, 2020 traerá de todo, en mayor o menor medida. Con cada año que empieza, volvemos, como Kypling, al comienzo de la obra perdida y nos hacemos propósitos, que sabemos perecederos: de este año no pasa que aprenda bien inglés, voy a ir a andar todos los días, comeré de manera más sana… La vida nos lleva a menudo por derroteros distintos a los previstos, pero es bueno tener objetivos, se cumplan o no; conviene tener ilusiones, aunque sea exponerse al desengaño, si los planes no salen como se había pensado. Nuestra voluntad, pero, sobre todo, el azar será el que vaya abriendo camino día a día, mes a mes. Sin aviso, la casualidad se colará en el calendario, alterándolo. Saltará la sorpresa donde menos se espera y hará, tal vez, que suceda lo inesperado que andábamos deseando. ¡Quién sabe…! Cuando llegue su momento, el año que viene irá mostrando las cartas que ahora se guarda en la manga.

Entretanto, en nuestros adentros, aunque sin mucho convencimiento, cada diciembre mandamos a los Reyes Magos una carta en la que les pedimos salud, tranquilidad y ganas de levantarnos cada mañana. Habrá quien desee que cese su soledad o que no se le rompa el amor, que es siempre mercancía frágil. Y quien pida encontrar trabajo y que no le pase nada malo a quienes quiere… Luego, Sus Majestades de Oriente y la vida, en definitiva, cumplirán unas cosas y dejarán pendientes otras. Según les dé. Nunca sabremos qué criterio siguen. Por eso, mientras llega o no lo pedido, no está de más procurarnos lo que dependa de nosotros y no encomendárselo a ningún paje real, no sea que se le olvide, no quiera traérnoslo o no pueda. Más vale hacer lo que esté en nuestra mano. No posponer lo que nos mueve a vivir y hacerlo con todos los sentidos despiertos, valorando los detalles, auténticos regalos cotidianos que no cuestan nada ni hay que envolver.

Empezar un año es siempre enfrentarse a la incertidumbre de no saber cómo acabará… Y es, también, un misterio por descubrir en cada hoja del calendario. El mañana es incierto. Estará, si acaso, escrito en el viento, pero no podemos leerlo. Solo podemos dar cuenta de las ganas que le ponemos a las horas. Comenzar un año es continuar el camino, comprobar que el tiempo avanza, en ocasiones veloz y otras más lento. Es ver la vida pasar cuando se estrena una agenda o un almanaque y saberse expuesto a mil azares fuera de nuestro alcance. Es agradecer las oportunidades que se presenten, como ventanas que ir abriendo día a día, que reclamarán de nosotros buena disposición para soportar los horarios impuestos y sobrellevar el peso de la tarea diaria y la dictadura del despertador.

El año que empieza debe encontrarnos expectantes y sin la sensación de que ya nada puede sorprendernos. Quizás sea ese el verdadero milagro de la Navidad: creer que la vida, que tan previsible se va volviendo con el tiempo, en algún momento del año que se acerca, tal vez se digne gratamente a sorprendernos. Con esa esperanza, ¡feliz Navidad y venturoso año nuevo!

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