El entierro de la sardina purifica los males bajo la llama del Carnaval

  • La parodia más irreverente de un funeral volvió a recorrer las estaciones de penitencia de los bares de Rute, al son de los himnos devocionales de las charangas


Galería entierro sardina 2023

En el principio fue el verbo. Así reza la Biblia. En cambio, en las Sagradas Escrituras del Carnaval en el principio fue la carne. No en vano, la parte más débil del ser humano da nombre a una de las tradiciones más señeras de Rute. Desde luego, es la más irreverente, el reverso hedonista de todo lo visible y lo invisible. Si por definición estamos ante la fiesta de la carne, por extensión lo es del pescado. De ahí que cuando se asiste al entierro de la sardina se llore su pérdida, aunque sea con una sonrisa. Porque en Carnaval, igual que en Cádiz, Rute es “tanto dolor convertido en la gracia”.

Como en los espejos del Callejón del Gato, todo lo relacionado con el Dios Momo es una parodia inversa y deforme de la fe, el envés luminoso de la Cuaresma que acaba de arrancar. Si ésta marca un sombrío camino de recogimiento en busca de la luz, el Carnaval es la reencarnación misma de la luminosidad. Si la divinidad griega personifica el sarcasmo y la burla, sus apóstoles entonan su propio Credo en el entierro de la sardina. Recorriendo otro camino inverso, el de Pandora, y siguiendo otro rito ancestral, la sardina se quema para enterrar y que ardan con ella todos los males.

Es muy probable que los pequeños que forman el cortejo de la sardinita infantil aún no sean conscientes de estos preceptos. Pero, como toda religión, el Carnaval es también una cuestión de creer sin ver. Si antes tuvo un carácter politeísta, con cada colegio organizando su propio sepelio pesquero, desde hace unos años “la sardinita” abrazó el monoteísmo de la adoración y último adiós a un mismo pez fiambre. La peregrinación ha discurrido en esta edición entre el templo de Fuente del Moral y el ágora del Paseo del Fresno, para que la plaza pública acogiera la purificación a través del fuego.

Tras el bautismo y la primera comunión con la hermana pequeña del arenque, la calle vuelve a ser lugar de peregrinaje. Como quien va a Santiago de Compostela, a Rute se viene en busca de la redención a través del Carnaval. Aquí se purgan los pecados etílicos en las estaciones de penitencia de los bares, acompasando el féretro al compás de la caja y el bombo de las charangas (“Silosé Novengo” por la tarde y “Los Piononos” de noche). El cortejo de felices dolientes celebra la procesión con coronas de flores y petaladas de confeti sobre el trono del pez que aún está de cuerpo y espina presente.

En este reino efímero del Dios Momo, durante una semana siempre reina la alegría. En pleno ecuador de sus cultos y actos, desde la calle Duquesa a la calle Málaga, de la costa al interior y del interior a costa, “la sardina camina p’alante, la sardina camina p’atrás”. Un año más, su particular Vía Crucis, con ascensión al monte Barribalto, ha culminado con el perdón de los pecados inmorales. La muerte de la sardina ha redimido de la tristeza. Carnavaleros, hasta el segundo fin de semana de gloria… Podéis ir en paz.

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