El Cabrero recibe el reconocimiento de la afición en la XIX Noche Flamenca de Zambra

El Cabrero recibió la insignia de la peña y un  cuadro conmemorativo

El Cabrero recibió la insignia de la peña y un cuadro conmemorativo

Si hay un artista vinculado la Noche Flamenca de Zambra, ése es José Domínguez, El Cabrero. Ha estado presente en la mayoría de las diecinueve ediciones del festival y ha sido clave para situarlo en un lugar preferente en el circuito flamenco. Además, la aldea de Rute se ha convertido casi en lugar de peregrinación para su legión de seguidores. Año tras año, saben que tienen una cita imprescindible para rendirse ante el arte de su idolatrado maestro. Por éstas y otras razones, la Peña Cultural Flamenca de Zambra ha querido reconocer a su invitado más emblemático. El hecho de que se cumplan cuarenta años desde que el cantaor de Aznalcóllar debutara sobre los escenarios ha servido de excusa perfecta para este pequeño homenaje. Fuera por este tributo o porque, en efecto, la Noche Flamenca tiene un hueco consolidado en el panorama estival, lo cierto es que esta decimonovena edición volvió a ser un éxito de público. Las mil trescientas sillas reservadas por los organizadores se quedaron cortas ante las cerca de dos mil personas que se congregaron junto al río Anzur.

Antes y después del homenaje a El Cabrero hubo mucho arte. El crítico Manuel Martín fue dando paso a las cinco voces que pasaron por el escenario, con sus respectivos combos. De abrir la noche se encargó Guillermo Cano. La peña siempre ha procurado dar cabida a valores emergentes. El de Cano no es exactamente un caso así. Pese a su juventud, se ha labrado un hueco notable en este mundillo y así lo plasmó durante su hora de actuación. El onubense podría estar siguiendo una trayectoria similar a la de Miguel de Tena. El extremeño debutó en esta plaza siendo casi un desconocido y con los años ha terminado volviendo como figura consagrada. La velada se completó con otros dos cantaores que también guardan ciertos paralelismos: El Pele y Capullo de Jerez. Sus estilos son tan personales como diferentes. Pero ambos tienen en común un sector de público muy fiel, además de una capacidad innata para combinar lo más jondo del cante con la vertiente más festiva.

Y justo en mitad de la noche, la figura que emergía por encima del resto. El Cabrero recibió del presidente, José Luis Hinojosa, la insignia de la peña, y un cuadro conmemorativo de manos de la alcaldesa pedánea, Ana Rodríguez. A continuación, el de Aznalcóllar respondió como mejor sabe, con su arte. José Domínguez no defraudó a nadie. Rescató algunas piezas que a lo largo de estas cuatro décadas ha convertido en auténticos himnos, como “Luz de luna” o “Si se calla el cantor”. Y los mezcló con los palos de raíz, como las serranas o las soleares. El Cabrero fue más fiel a sí mismo que nunca en la noche que más se esperaba su arte.

No es dado a homenajes. Ni en la imagen que presidía el escenario, una estampa cotidiana de Domínguez cuidando sus cabras, aparecía esta palabra. Pero admite que si había un sitio donde debía aceptar este reconocimiento era Zambra. Según manifestó, la pedanía de Rute, desde la sencillez, ha sabido crear un festival “serio y que apuesta por la calidad”. Esa calidad se ve respaldada por la gente, “porque no hay cantaores sin público”. De ahí que extendiera su agradecimiento “a todos lo que se empeñan en que todavía surja la llama flamenca”. Asegura que con el tiempo se verá “el surco que cada uno ha hecho con su labor”. El suyo, su huella, es la del arte como compromiso. Con ella se ha ganado el corazón de Zambra, un sitio al que volverá siempre que lo inviten. Seguro que lo harán.

Deja un comentario