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Se han superado los cuatro meses consecutivos sin que se produzcan precipitaciones reseñables
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La ausencia de lluvias ha venido de la mano de una ola de calor y temperaturas más altas de lo normal
Analizado con perspectiva, el recién concluido año agrícola será uno de los más difíciles de explicar. En términos generales, ha sido de los más secos y el cómputo de 2015 va camino de convertirse en el de temperaturas más altas. Sin embargo, ni se ha batido ningún registro en los termómetros ni en el mayor déficit hídrico. Cada año agrícola cuenta desde el 1 de septiembre al 31 de agosto siguiente. Antonio Navajas, responsable de la estación meteorológica de Rute y encargado de enviar los datos locales a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) encuentra una explicación lógica. El clima mediterráneo, dominante en la Península, ofrece veranos secos. El comienzo de la temporada de lluvias viene a coincidir con el otoño meteorológico, en septiembre.
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El año agrícola que acaba de terminar se ha cerrado con sólo 433,9 litros de agua. Es el quinto registro más bajo de la serie histórica, que se remonta a 1972. Desde entonces el ejercicio más seco fue el de 1998-99, con 281,30 litros. Para comprender el alcance de estos datos hay que recordar que la media de precipitaciones anuales en Rute ronda los 630 litros. Por debajo de esa cifra hay un “déficit hídrico”. En los últimos doce meses, ese déficit ha sido del 30%, es decir, ha llovido casi un tercio menos de lo normal.
Con todo, Navajas reitera que las comparativas en Rute no aconsejan pensar en ciclos. De hecho, hace dos años se estableció el mayor registro, con 1123,4 litros. Ni siquiera es la primera vez que se han dado estos altibajos. Pese a que incluso hay agencias internacionales que hacen pronósticos a medio y largo plazo, en la práctica, conforme se amplía el intervalo, menor es la precisión. En este sentido, el último mes del año agrícola, agosto, es el de las cabañuelas. Concebidas para establecer tendencias, el responsable de la estación ruteña recuerda que no se trata de un estudio con fundamento científico, por lo cual pone en duda su fiabilidad.
El repaso histórico permite a Navajas comprobar que los altibajos se pueden dar dentro de un mismo año agrícola. En el último, en cambio, no sucedió tal cosa. Desde primera hora los valores estuvieron por debajo de lo habitual. Octubre además vino acompañado de unas temperaturas casi veraniegas. Las pocas excepciones en que hubo que recurrir al paraguas según lo que es frecuente se dieron en noviembre, con más lluvia de lo normal, y en marzo. El resto de meses han sido deficitarios. Ni siquiera en invierno se invirtió la tendencia, con casos especialmente llamativos como diciembre, que tiene una media histórica de cien litros y esta vez se quedó en apenas 15. La consecuencia fue que a finales de febrero la acumulación de déficit de agua ya iba por los 104,4 litros.
El único comportamiento en que se observó cierta normalidad en esa estación fue en las temperaturas. En pleno invierno, el 5 de febrero, se registró la más baja del año, con dos grados bajo cero. A partir de la primavera, en cambio, los termómetros se dispararon. En marzo se dio la primera anomalía térmica del año natural, esto es, valores por encima de la media del mes en curso. Ahí sí se atreve a intuir una posible tendencia. La situación se extremó en abril: el de 2015 ha sido el cuarto más caluroso de la serie histórica. Pero además, los cuatro “abriles” más cálidos se han dado desde 2006. Esto permite conjeturar que tal vez estemos asistiendo a un adelanto de la primavera o a primaveras con temperaturas en alza.
De hecho, la estación en que los valores más se han descompensado al alza ha sido la primavera. En concreto, mayo batió todos los registros. Con una media total de 21,59 grados, se ha subido medio punto en relación a la marca anterior de ese mes, que databa de 1986. Aunque parezca poco, hay que subrayar que esa media corresponde a todos los valores, máximos y mínimos. Para que haya subido esas cinco décimas han de darse, como ocurrió, muchos días por encima de treinta grados, en plena primavera. No en vano, la anomalía térmica del mes fue de 4,14 grados positivos. Por si fuera poco, volvió a darse esa combinación de temperaturas altas y ausencia total de precipitaciones.
Esa sucesión de anomalías térmicas cristalizó con la irrupción del verano y la ola de calor que afectó a todo el mes de julio. Como consuelo, la segunda quincena de agosto y los primeros compases de septiembre han deparado temperaturas más llevaderas. En cualquier caso, como otro dato desconcertante de este año, tampoco se ha batido ningún registro: ni frías en invierno ni extremas en verano. Sólo un día se alcanzaron los 40 grados. La ola de calor y la sensación de sofoco vinieron por la acumulación de días con valores muy altos.