Editorial septiembbre 2024

Ha concluido septiembre. El mes de los reinicios. Ha sido el mes en el que ha comenzado el curso académico en sus distintos niveles: Infantil y Primaria, ESO, ciclos formativos, bachillerato y también en la Universidad. Comienzos que se hacen visibles en nuestro pueblo. Con los más pequeños, las papelerías locales, por mucho que se anticipen, han experimentado unos días intensos de trabajo. Parece que con el inicio del curso necesitamos tener la mochila nueva; los lápices y colores, también renovados, e incluso, estrenamos ropa, porque las prendas o las zapatillas del otoño pasado se nos han quedado pequeñas. Con la ESO, los padres y madres comenzamos a ser conscientes de que nuestros hijos e hijas se nos hacen mayores y entran en una de las etapas más delicadas de su desarrollo. Luego están los ciclos formativos, cada vez más elegidos por los estudiantes. Unos ciclos a los que se opta porque son una puerta de entrada para intentar acceder a determinadas carreras, en los que la nota a través del bachillerato es muy elevada; o bien, porque ofrecen más oportunidades en el mercado de trabajo. Por supuesto, ahí está el temido bachillerato. Esos dos cursos académicos en los que nuestros estudiantes escuchan hablar de que hay que rendir desde el minuto cero. No se les deja de repetir lo importante que son las notas y el hecho de obtener las máximas calificaciones. Los padres, en ocasiones incluso más los propios alumnos, comienzan a preocuparse por el futuro de sus hijos y por saber, si éstos podrán o no entrar en tal o cual carrera. Qué locura. Tantos años estudiando sin que importasen las notas y ahora cada décima parece ser definitiva. Qué estrés. Qué difícil es todo. Incluso entender porque si en nuestro país se necesitan médicas o enfermeras, el acceso a estas carreras es tan complicado. Además, está ese “mantra” de que los buenos estudiantes deben ir para ciencias o letras puras (las ramas sanitaria o humanidades). Sin embargo, afortunadamente, poco a poco, vamos descubriendo que las ingenierías y la formación tecnológica pueden ofrecer mejores futuros e incluso más salidas profesionales. O qué a través de las ciencias sociales formamos a nuestros abogados, economistas, jueces o notarios y que son éstos los que terminan copando los puestos más relevantes en la administración pública, la empresa o el Gobierno. En definitiva, se trata de elegir itinerarios, caminos que nos conducen a desarrollarnos personal y profesionalmente. Para las familias ruteñas, la Universidad o quienes han escogido algún ciclo superior, también es otra etapa importante porque supone que sus hijos e hijas dejan de vivir en casa y se marchan a la ciudad a estudiar. Los que vivimos en los pueblos aprendemos a romper ese cordón umbilical “imaginario” con nuestro entorno antes que los chicos y chicas de las zonas más urbanas. Para los que vivimos en los pueblos, la etapa universitaria anticipa la futura independencia de nuestros hijos. Esa autonomía que los prepara para afrontar la vida y que será total cuando, por fin, no dependan económicamente de sus familias. Otra cuestión complicada. Para la juventud actual no es nada fácil, la tan deseada emancipación. Los jóvenes trabajadores dedican más de cincuenta o el sesenta por ciento de su sueldo a pagar o alquilar una vivienda. Además, éstos se ven obligados a seguir compartiendo piso. Para un joven trabajador, el hecho de alquilar un sitio para vivir se plantea como un esfuerzo titánico o inalcanzable, mucho más si se trata de comprar o adquirir una vivienda.
Del mismo modo, en septiembre, se ha reiniciado el trabajo de la Escuela Hogar. En la actualidad es una de las instituciones más valiosas de nuestro pueblo. Este año cumple el 60 aniversario de su fundación. Una escuela que acoge a más de un centenar de niños y niñas de Rute y comarca, en régimen de residencia durante el curso escolar. También en septiembre, han comenzado la educación de adultos, con propuestas de capacitación digital o de aprendizaje de idiomas, adaptadas a las nuevas demandas. Igualmente, en el mes que ha concluido, han comenzado los talleres de música y danza, y se ha producido la vuelta a los gimnasios, a las academias de idiomas o la de los buenos propósitos. Tras el verano, también los clubes deportivos han retomado su actividad y las competiciones federadas han arrancado. A nivel político nuestros representantes presentan nuevos proyectos o retos, como el nuevo sendero de la Molina que estará acabado antes de final de año, o el recién remozado camino del Pamplinar. Respecto a este último, para los amantes de la naturaleza o incluso para los atletas quizás hubiera sido mejor dejarlo como estaba. Sin embargo, el hormigonado y el firme que ha quedado facilita el acceso de los agricultores a sus fincas y la de algunos propietarios a sus viviendas. También ha propiciado que el número de personas que lo utilizan para caminar se incremente de forma notable. Por tanto, ha sido una actuación aplaudida por la ciudadanía.
Con septiembre ha concluido un mes en el que se hacen sentir diferentes etapas. Un mes en el que tienen lugar inicios o reinicios que se repiten cada año, aunque se afrontan con aires nuevos o con ánimos de mejorar.
No obstante, septiembre nos ha dejado un titular que nos mantiene atentos: la falta de médicos en las Urgencias del Centro de Salud de Rute. Un titular que, seguro, dará de que hablar en este otoño. Hasta hace poco más de uno año, la población ruteña no paró de manifestarse y de reclamar, la presencia de un pediatra o un médico a cargo de este servicio, hasta que lo consiguió. En esta ocasión, en los meses de verano han faltado médicos en el servicio de Urgencias. Sin duda, la merma de la sanidad pública es una cuestión que preocupa a los ruteños y ruteñas. Este otoño descubriremos si esas ausencias de médicos se deben o no al periodo vacacional, o va a ser una pérdida que se consolide. Por ahora las autoridades sanitarias no se han pronunciado al respecto.

Deja un comentario