Editorial marzo 2018

Ha concluido un mes que ha estado marcado por la lluvia. Un mes de marzo en el que se han alcanzado cifras record de precipitaciones y en el que el embalse de Iznájar ha llegado a recuperar casi el cincuenta por ciento de su capacidad. Una lluvia que también ha condicionado nuestra Semana Santa con pasos que tuvieron que encerrarse precipitadamente como el de Jesús Amarrado a la Columna o la Virgen del Silencio. Además algunas procesiones como la de la Borriquita, el Cristo de la Vera-Cruz o el Nazareno ni siquiera llegaron a salir. Así son las cosas con un tiempo meteorológico sobrevenido  y en el que no podemos influir. Sin embargo, hay cuestiones que también marcan los tiempos que nos han tocado vivir y  sobre los que si podemos actuar. Marzo ha sido igualmente un mes destacado por las manifestaciones de mujeres y jubilados reivindicando igualdad, acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres o una pensión justa. Unas reivindicaciones, las de carácter feminista, que este año tuvieron un eco y una repercusión distinta a la de otros 8 de marzo. En esta ocasión en dicha efeméride hubo movilizaciones históricas en todo el país y una huelga secundada por miles de mujeres. También en Rute este año la respuesta fue diferente. La propia presidenta de la asociación de mujeres  Horizonte de Rute se emocionaba al ver a más de un centenar de mujeres de nuestro pueblo manifestarse para pedir lo que consideran justo para sus hijas, nietas o para ellas mismas. No cabe duda de que los tiempos han cambiado. Unos tiempos en los que se han aprobado Leyes, como la Igualdad o la de la Violencia de Género, que han propiciado cambios que décadas atrás parecían inconcebibles. No obstante aún existen realidades que siguen estando ahí y que evidencian que la presencia de mujer, en puestos de responsabilidad y decisorios, sigue estando muy por debajo de la del hombre. Si preguntamos en la calle sobre la representación de la mujer en los consejos de administración o en el mundo empresarial la mayoría de las personas acertaría al decir que es escasa o casi nula. Pero, quizás no seamos tan conscientes de que dicha representación permanece igual de escasa independientemente del campo que miremos: hay muchos más hombres jueces que mujeres, existen más directores de periódicos hombres que mujeres, e incluso en el ámbito académico observamos que los decanos de las Universidades son mayoritariamente hombres. También existen informes que ponen de manifiesto que a este ritmo la verdadera igualdad tardaría aún varias décadas para alcanzarse. De ahí que la contribución a la igualdad real no sólo requiera de leyes o de políticas concretas. El aceleramiento de dicha igualdad entre hombres y mujeres requiere de cambios de mentalidad. Las propias mujeres, con su quehacer diario, educando a sus hijos, con reflexiones profundas sobre qué es lo que realmente deseamos o qué podemos hacer para conseguirlo somos las que debemos liderar este cambio. Pues, en muchas ocasiones, somos las mismas mujeres las que juzgamos más duramente a otras, las más reacias a la hora de cambiar determinados roles y las que más minusvaloramos a nuestras compañeras, amigas o conocidas. En cuanto a la lucha por unas pensiones dignas resulta sorprendente ver a nuestros mayores salir a la calle para reivindicar un derecho que las generaciones actuales creíamos que estaba plenamente consolidado. Sin embargo ellos, mejor que nadie, saben que no todo lo que ahora tenemos ha sido siempre así. De nuevo, los de mayor edad nos ofrecen un ejemplo de que debemos luchar por unos derechos conquistados a base de mucho esfuerzo. A nuestros políticos cabe exigirles explicaciones y propuestas concretas que hagan de nuestra sociedad un lugar más justo, respetuoso e igualitario.

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