Editorial Febrero 2017

El mes de febrero ha concluido en pleno Carnaval ruteño. Son días de fiestas que poco a poco se han abierto hueco en el calendario ruteño. Con el paso del tiempo el Carnaval de nuestro pueblo se ha ido transformando hasta convertirse en una celebración cada vez más colorida y multitudinaria. Los de antaño echarán de menos parte de su esencia. Durante el Carnaval el pueblo siempre ha aprovechado para ocultarse bajo un disfraz y manifestar una crítica social o ridiculizar a los gobernantes o al clero. Por algo, el Carnaval es un período de mayor permisividad social y sus manifestaciones son múltiples y diversas. En Rute, esas figuras están representadas por las tradicionales máscaras y los mascarones. En estos días aún vemos algunas de ellas por la calle, pero cada vez hay menos. Éstos no necesitan de grandes ropajes para poder salir a la calle y cumplir con su cometido. También es propio del nuestro Carnaval la existencia diferentes agrupaciones que, a través de sus canciones o coplillas, siempre han actuado de cronistas de la villa con su particular, original y desenfadado punto de vista. Las conocidas murgas siempre han relatado o denunciado los acontecimientos que durante el resto del año protagonizan el día a día de la localidad. En épocas anteriores ha habido años en los que han llegado a salir a la calle cinco o seis agrupaciones, o más. En 2017 sólo se mantiene la llamada en esta edición “Por ahí no paso”.
En el municipio en las últimas décadas esta fiesta ha ido cambiando. Con los años han proliferado los pasacalles. El entierro de la sardina es el más longevo, con más de dos decenios de solera. El otro, también de iniciativa popular, es de carácter temático y se celebra desde hace diez años durante el segundo sábado de carnaval. Por último, está el pasacalles del Domingo de Piñata, el que organiza la delegación de Festejos. Los tres pasacalles conforman un atractivo conjunto capaz de aglutinar a centenares de personas de Rute y la comarca. De hecho, la concejalía de Festejos se vuelca cada vez más con el fomento del Carnaval ruteño por ser una de nuestras manifestaciones populares más emblemáticas. Así, y en previsión de que las condiciones meteorológicas empeorasen, la delegación municipal ha instalado una carpa en el Paseo Francisco Salto para estos días. El paseo se ha convertido en el centro de la mayor parte de las actividades que se programan. Es un lugar de obligado paso para cualquiera de los pasacalles, incluidos los que hacen los escolares desde sus distintos centros de Educación Infantil y Primaria, y dentro de su horario lectivo.
Sin embargo, pese a todo este auge del Carnaval, también en febrero hemos contado con la presencia del juez de menores Emilio Calatayud. A su conferencia asistieron (o asistimos) centenares de personas que ahora debiéramos reflexionar. Los medios de comunicación, los padres, las autoridades, la Policía Local, la sociedad en su conjunto, y cada uno desde el ámbito que le corresponde, deben contribuir a evitar el consumo descontrolado de alcohol en las calles, y la permisividad respecto a este consumo en menores. El Carnaval, al igual que muchas romerías o fiestas populares, como apuntó Calatayud, también corre el peligro de convertirse en un botellón andante.

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