Duende en movimiento

  • El Festival de la Escuela de Sebastián Leal pone de relieve las cualidades de un artista del baile

  • En su edición número 16 coincidió con el XXI Concurso de Sevillanas Virgen del Carmen, Patrona de Rute

sebastián
Tras el espectacular número final con un caballista, Sebastián Leal y todo su alumnado volvieron para saludar al público

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Decía el maestro Enrique Morente que no veía diferencias sustanciales entre el arte y lo que otros denominan “el duende”. Si acaso, decía, es una distinción inventada para cuando quienes hacen arte son los gitanos. Para disipar dudas, Sebastián Leal derrocha ambos, arte y duende, por cada poro, talento en suma. El XVI Festival de Baile Flamenco y de Salón ha permitido además vislumbrar que tiene de quien heredarlo. Como ocurre con el otro festival estrella que marca el inicio del verano cultural ruteño, el de ballet, su puesta en escena es algo más que una interpretación de coreografías: conjuga vestuario y un decorado con las esencias andaluzas que ha recreado su propio padre, Antonio Leal. Los dos, padre e hijo, partiendo de una idea de éste, han unificado sus cualidades creativas para que el escenario reflejara la parte más flamenca del festival y no desentonara con los otros estilos “de salón”. Según explicó Sebastián Leal, querían que evocara los típicos parques andaluces con los peculiares azulejos cordobeses y sevillanos. Al mismo tiempo, con el emblema de la escuela se hacía un guiño a la alfarería de nuestra tierra. Y para rematar, no faltaba el color blanco y el albero tan típico de los cortijos.

Como es habitual, el festival, que se celebraba apenas 24 horas después del de ballet, llegó tras el XXI Concurso de Sevillanas Virgen del Carmen, Patrona de Rute, cantado un año más por el coro “La buena gente”, de Lucena. De presentar el concurso y el festival, en una misma velada, se encargaron Anselmo Córdoba y María Serrano. Las citas no sólo marcan, como subrayaban el alcalde Antonio Ruiz y la concejala de Cultura, Ana Lazo, el comienzo de los veranos culturales de la villa. Además, con el concurso que patrocina la archicofradía del Carmen, se da el pistoletazo de salida a las Fiestas Patronales. Por delante queda más un mes y medio de reencuentro con una parte esencial de nuestras tradiciones. Aunque en su origen el concurso de sevillanas nació en el seno de la archicofradía, Leal se encargó de recuperarlo. Desde entonces, siempre han ido de la mano. Pese a que se celebran desde hace 16 y 21 años, respectivamente, los nervios no se van. La diferencia, según dice, es que esos nervios, con la experiencia, acaban actuando “como combustible” para conseguir los objetivos.

Lo subrayaba el alcalde: esos retos han llevado a Sebastián Leal a traspasar el ámbito local, hasta más allá de nuestras fronteras. De ahí que el festival se lleve también a otras localidades, como Priego o Cabra. En su caso, el bailaor aprovecha los eventos para fines solidarios, ayudando de forma altruista a asociaciones como Arapades o Manos Unidas. Tras el aperitivo de estos municipios, como suele hacer, fue en Rute donde exhibió las veinte coreografías de este año al completo. El ingrediente principal sigue siendo el flamenco en sus muchas vertientes, desde tangos, con abanico y con bastón, a bulerías, alegrías o una zambra. Pero con el tiempo el programa se ha ido completando con otros bailes de salón, como bachata, salsa o chachachá.

En todos los casos, sus alumnas (aunque también hay algunos chicos) los interpretaron con precisión individual y coordinación colectiva. El profesor insiste en que son ellas y ellos, que suman en torno a un centenar, los protagonistas de la noche. Pero tampoco se olvida a todas las personas que contribuyen a poner en pie el festival, amén de instituciones como el Ayuntamiento de Rute y la Diputación de Córdoba, y la archicofradía de Nuestra Señora del Carmen. Sin embargo, aunque quiera dirigir los focos a su alumnado, todo el mundo espera en la velada su faceta de bailaor o bailarín.

Confiesa que se lo piden en las clases, pero el público también lo desea en el fondo. Saben que entonces sobre el escenario surge el arte, ya sea con un zapateado en solitario tras el saludo de despedida, en una coreografía con algunas de las alumnas o con un caballo. Porque ése fue el número final, Sebastián Leal bailando con el caballo “Capricho”, montado por el caballista Juan García. En plena armonía, con una magia casi intuitiva, se movieron al ritmo de la pieza “Orobroy”. Detrás de ese aparente instinto hay muchas, muchas horas de trabajo. En esta pieza del pianista David Peña se habla, en lenguaje caló, de ir “sembrando rosas en vez de dolor”. Sebastián Leal convierte el dolor del esfuerzo en arte bello como una rosa. Y Rute tiene la suerte de disfrutarlo cada año.

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