Cuentos y leyendas de un trigo sucio. La experiencia polaca

Sin imaginarnos que pudiera convertirse en realidad, antes de lo esperado estábamos montados en el avión destino a una de las ciudades que mejor ha acogido nuestra música, nuestra expresión, nuestros deseos.

Hemos tenido el gran privilegio de llevar nuestra música a la brillante ciudad de Poznan, al oeste de Polonia. Fue una semana muy intensa con tres conciertos consecutivos y actuaciones cuotidianas en la calle, donde tuvimos la posibilidad de conocer la forma de acoger la música que tienen sus habitantes, viviendo infinidad de maravillosos momentos que quedarán en nuestra memoria para el resto de nuestras vidas.

Hablamos de una cultura donde poco espacio tiene la música reggae, ska y mucho menos aún la rumba. Imagínense que satisfacción produce la comunicación de sentimientos, de emociones mediante uno de los lenguajes más universales, la música. Sin necesidad de articular palabra con significado reciproco, bastaban solo acordes, melodías, ritmos, para comunicar toda una carga de valores, para meter al público en situación y hacer que aquello que queríamos comunicar llegara a buen fin. Las venas del cuello se marcaban mientras de nuestras gargantas salían los rasgados cantes típicos de nuestra tierra y aquellas fantásticas personas parecían ser transportadas al más remoto sur de Europa, allá donde termina el occidente, allá donde se erigen las columnas de Hércules, allá donde el viento suena a cadencia andaluza.

La calle, la gloriosa calle, la exigente calle. Miles de vidas que delante de nosotros se contoneaban a son de sus exigencias, algunas rápidas otras lentas, alegres o menos, con cara de satisfacción y también de decadencia…cada una con su importancia, cada una con su exigencia. Pero esto podía cambiar y pasar a un segundo plano gracias a esa melodía, a ese “algo” que había despertado sus sentidos, ese “algo” que produce la música y que es capaz de parar el tiempo, detener el mundo, transportarte a tu pasado o mostrarte un bonito futuro. Esto es la calle y se encuentra en cantidades desmesuradas cuando eres el creador de la obra, el que pone en pie la performance, aquella en la que acabarán participando todos aunque no sean conscientes de ello y una vez se haya creado el Freim, entonces toca observar, disfrutar y llenarte de toda esta carga emocional para seguir creando, seguir produciendo música, inexplicable e intensa música que haga fluir los sentidos.

No es la primera vez que tocamos en la calle ni tampoco la primera vez que lo hacemos en el extranjero, pero si es la primera vez que hablo públicamente sobre lo que se siente desde el otro lado, el lado del que crea, el lado del “protagonista” del espectáculo. Tienen que saber que es un verdadero placer compartirlo con ustedes, los lectores, los cuales algún día pueden ser presos de esta magia, la música libre que suena en la calle. Recuerden, llegado ese momento, ustedes también serán personajes principales de la obra. Disfruten y fluyan con la música.

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