Muchas veces nos dejamos llevar por pensamientos que nos llegan sin decirles que vengan a nuestra mente y parece que la secuestran, obligándonos a hacerles caso, aunque queramos olvidarlos. Teniendo en cuenta la frecuencia con la que en la actualidad abundan las noticias falsas, tanto en las redes sociales, como también en los medios de comunicación e incluso las que nos cuentan personas conocidas desinformadas, creo que cada vez es más necesario disponer de algunas herramientas que sean capaces de dilucidar lo que nosotros mismos pensamos y nos puede llevar al error, o al menos a la distorsión cognitiva. Voy a compartir hoy las conocidas enseñanzas de Beck y Ellis al respecto, porque, en primer lugar, creo que es necesario conocer precisamente esos errores. No es un artículo de opinión, sino divulgativo.
En ocasiones, a partir de un caso aislado, inferimos una conclusión válida para todos. Un ejemplo sería: “No me han invitado a la boda, la gente se olvida siempre de mí”.
Otras veces, podemos concentrarnos sólo en aspectos negativos o perturbadores de una circunstancia o persona, pasando por alto los positivos. Un ejemplo sería: “He hecho mal esta tarea, soy tonto”.
Se pueden establecer opiniones o sacar conclusiones de forma atropellada e impulsiva. Un ejemplo es: “Me adula para conseguir algo, los jefes son así”.
Hay quien tiende a interpretar la realidad de forma que confirme sus creencias previas. Un ejemplo es: “He hecho bien esta tarea, sé que seré el mejor en mi profesión”.
Con frecuencia muchas personas piensan que el futuro, por sí mismo, resolverá los problemas actuales y los que vengan, sin que ellos hagan nada para remediarlo. Por ejemplo:” La sanidad pública siempre resolverá nuestros problemas de salud y siempre habrá médicos a todas horas y en todos los lugares para atendernos”.
También es corriente creer saber las intenciones o lo que piensan los demás. Un ejemplo es:” Callan cuando entro en la habitación porque están hablando mal de mí”.
Algunos creen saber cómo va a ser el futuro y actúan en consecuencia. Un ejemplo sería:” No voy a intentar ligar con esa persona porque sé que me va a rechazar”. Bueno, si hubiese sido Marilyn Monroe o Marlon Brando, dejaría de ser un error de pensamiento. Sirva la sorna para relajar un poco el relato.
Otros piensan que todo lo que la gente dice o hace está directamente relacionado con ellos. Por ejemplo: “Mi jefe tiene mala cara, debe estar enfadado conmigo”.
En ocasiones, la vida o las situaciones se contemplan desde un punto de vista dicotómico, negro o blanco, “sí o no”, justo o injusto, sin térmicos intermedios. Un ejemplo sería: “Lo que yo digo es lo bueno y todos los demás son malos”.
Otras veces maximizan o agrandan algunos rasgos o cualidades o bien minimizan ciertos aspectos. Por ejemplo, una persona con un estado depresivo agranda sus errores, perdidas y culpas, y, sin embargo, empequeñece sus logros o éxitos.
Otras personas, están siempre a la defensiva, porque tienen que probar que sus acciones u opiniones son las acertadas. Un ejemplo es: “Sé que llevo razón, él está equivocado”.
Un error de los más usuales, y relacionado con la mayoría de los trastornos emocionales es el originado por los “debería”, autoexigencias y perfeccionismo. Las frases que ejemplifican este error comenzarían con “tengo que”, “debería de”, “no debería de”, “no tendría que” …
Aunque hay muchas más distorsiones del pensamiento, las que acabo de describir son las más habituales. En todas destaca la inflexibilidad, la espontaneidad y la escasa capacidad de crítica racional, pero hemos de recordar que los humanos, incluso los que se creen más inteligentes, no dejan de ser un ovillo de emociones, impulsos y acciones no necesariamente filtrados por la razón y que cuando parece que ésta es la que coge el timón, se sabe a ciencia cierta que tampoco es infalible, porque nos dejamos llevar por temores y conductas aprendidas que no obedecen a lo que realmente ocurre o puede suceder.
Cuando estas maneras de pensar nos ocasionan problemas, hay varias formas de intentar solventarlos, la mayoría de las veces de forma exitosa. Una de ellas consiste en reestructurar esos pensamientos, llevando a las personas que los tienen a cuestionarse, con tiempo y ayuda, lo que dicen o piensan. Otra consiste en aceptar que los pensamientos no pueden obviarse y hay que dejarlos aparecer, puesto que no se pueden anular, asumiendo que pueden ser “como algo ajeno a nosotros”, pintándolos como un globo que se aleja cuando lo soltamos. Aunque pueda parecer mentira, incluso aquí, la aceptación nos puede llevar al olvido y, por consiguiente, al éxito.
Y, recordando a Descartes, cuando nos sedujo con su máxima “Pienso, luego existo”, si viviese hoy, tendríamos que rebatirle, cariñosamente, que ni de eso podría fiarse.
¡DESTACAMOS!