CONTRADICCIONES

Qué bonito es el verano, la playa, el chiringuito, los amores sin responsabilidades, los festivales…evidentemente algo que no puede durar siempre, como unidades productivas nuestro deber es servir al sistema, no vivir nuestra vida libremente. Y de este modo y con el habitual cargo de consciencia llegamos a septiembre, el mes culmen junto al mes de enero en el que todas nuestras buenas intenciones serán puestas en “práctica” pero solo en la teoría. Básicamente el mes en el que nos replanteamos nuestra vida. Después de tanto disfrute llegamos incluso a sentirnos mal. No estamos acostumbrados a disfrutar de continuo, más bien a sacrificarnos de continuo para obtener el ansiado disfrute. Hasta aquí supongo que estaréis de acuerdo conmigo.

Pues bien, una vez analizada de nuevo esta situación, ¿qué pasaría si llegado el mes de septiembre uno se diera cuenta y por fin fuera capaz de reconocerse a sí mismo que no está dispuesto a dejarse llevar por la fuerte presión que provoca el sistema, nuestra cultura a nivel general, cada vez más capitalista, si no a servirse a sí mismo? ¿Qué pasaría si decidiera luchar por sus sueño, ese idílico que seguramente no conseguirá pero por el cual está dispuesto al “sacrificio”, entendido al más puro estilo “cristiano”? o más aún, ¿Qué pasa con aquellas personas que tienen totalmente clara esta idea como forma de vida? ¿Qué pasa con las personas, nuestros hermanos como homo-sapiens que directamente se alejan de la sociedad, que usan sustancias para ayudarse a salir más fácilmente y evadirse? ¿Y qué pasaría si la mayoría de la sociedad sintiera ese deseo pero lo tuviera escondido, reprimido? Imaginemos, ¿Qué pasaría si la mayoría de la sociedad aceptara finalmente que prefiere el amor libre; que prefieren invertir su tiempo en conocer la fisionomía física de cuantas más personas mejor a los resultados de la bolsa o de las encuestas políticas; que prefieren la música bien alta a la televisión de fondo; una buena obra cinematográfica a los programas del corazón? ¿Qué pasaría si la mayoría de nosotros nos declarásemos canallas al más puro estilo pícaro por naturaleza? ¿Mejor canalla que santo? ¿Qué pasaría si, por ejemplo yo mismo, afirmase en este artículo escrito en un periódico público que soy un canalla, que amo la música, el amor libre con todo el sexo que ello conlleva, las sustancias ilícitas e incluso el juego? ¿Imagináis? Sería todo un escándalo público, aunque mucha gente compartiera esta misma lista de “amores”, son cosas que no pueden ser expresadas públicamente, nuestra sociedad ultramoderna pero renovadora de los principios básicos de la iglesia no lo consideraría correcto. Por lo tanto no voy a decir nada. Cancelar todos estos ejemplo y no se os ocurra imaginaros nada de lo nombrado anteriormente. Mejor me lo guardo para mí y mi círculo estrecho de amistades no vaya a ser que tenga algún problema o, quien sabe, incluso sufra de censura.

Quizás sería más correcto hablar de otros clásicos de septiembre, asuntos de mayor importancia que perseguir tus sueños y vivir de la forma que tú mismo desees, sea cual sea. Pensemos, por ejemplo en un elemento de gran importancia social como puede ser el nuevo inicio de Gran Hermano. ¿Qué sería el comienzo de un nuevo año escolástico sin Gran Hermano; o sin esos programas de entretenimiento que tanto ayudan a la concentración y motivan al estudio? Quizás sería mejor hablar de temas menos escandalosos, más llanos y cotidianos, de esos que todos estamos acostumbrados a sentir y no dañan nuestra integridad mental. Sería mejor escribir sobre el nuevo comienzo de liga, en fin, estas cosas que toman la importancia que no les corresponde pero que nos mantienen entretenidos, callados, contentos como el niño con el caramelo.

Resulta que en nuestra sociedad no escandaliza aquello que daña al ser humano, más bien aquello que lo muestra tal y como es, animal instintivo devorador de carne y emociones. Escandaliza que las personas decidan por ellas mismas, sin patrones, sin amos, decidan por sus propias vidas, por su preferencia a organizarse territorialmente, pero no escandaliza la ley aplicada por unos pocos, la imposición, la sanción y el mandato. Porque en nuestra sociedad lo que de verdad escandaliza es mostrar todo lo que la gente desea pero piensa no poder alcanzar.

Ismael Arenas Montilla

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