Concluye un nuevo año agrícola con déficit hídrico y tres olas de calor

  • El balance de lluvias ha sido de 500,9 litros, por debajo de la media, mientras que se han sucedido 44 días con temperaturas entre 35 y 40 grados

Antonio Navajas junto a la estación meteorológica situada por AEMET en las afueras de Rute

Balance del año agrícola en Rute con Antonio Navajas

En agosto concluía el último año agrícola. Los doce meses que computan van desde el 1 de septiembre al 31 de agosto del año siguiente. En zonas rurales como la nuestra sigue prevaleciendo, aunque la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) tiende a usar como referente el año hidrológico, que abarcaría del 1 de octubre al 30 de septiembre posterior. En el primer criterio se atendería a los periodos de cosechas y en el segundo a los de precipitaciones. Para Antonio Navajas, colaborador de Radio Rute y encargado de recopilar a diario los datos oficiales del municipio para AEMET, el último año agrícola dejaría dos titulares: precipitaciones por debajo de la media y temperaturas anormalmente altas.

  • La sensación de calor no se ha producido por valores de récord, sino por la acumulación de tantos días con temperaturas muy altas

Por lo que se refiere a las lluvias, en Rute han dejado 500,9 litros. La cifra no sólo queda por debajo de la media de los últimos treinta años, 616,69 litros. Además, persiste la tendencia de hace una década de que cada vez llueve menos. En el último ejercicio ha bajado en 54 litros respecto al precedente y se ha acumulado un un déficit hídrico de 116 litros (un 18,78%) respecto a esa media anual histórica. La percepción de escasez de agua se acentúa por otra tendencia cada vez más marcada. Antes, las lluvias estaban “más repartidas”, sobre todo en otoño y primavera, y algo menos en invierno. Ahora llueve mucho en pocos días. No en vano, el otoño pasado fue bastante seco, y enero y febrero apenas dejaron una décima parte de lo habitual. A ello se suma que la última lluvia significativa cayó el 4 de mayo. Han sido casi cuatro meses sin agua. En contraste, el de 2022 fue el tercer marzo más lluvioso de la serie histórica. El día 14 fue el de mayores precipitaciones, con 40,6 litros. Parte fue barro, ya que se dio la paradoja de que llovió en plena calima por una masa de aire sahariano.

Si las lluvias han estado por debajo de lo deseable, las temperaturas siguen al alza. La media anual ha sido de 18,10 grados. Podría parecer un valor agradable, pero hay que tener en cuenta que ahí se incluye la media de máximas y mínimas de los doce meses. De hecho, ha sido medio punto más alta que en el ejercicio anterior y 1,6 puntos más elevada que la media del periodo de referencia, que está en 16,49 grados. La de la temporada 2021-2022 se ha acercado al registro máximo, que se dio en 2018, con una media anual de 18,34 grados.

En cuanto a los valores más extremos, con la mínima más baja se produjo un hecho curioso. No se dio en pleno invierno, sino en otoño, el pasado 28 de noviembre, con medio grado bajo cero, algo que no había ocurrido en veinte años. Ha sido el único registro negativo, muy lejos de la mínima histórica, -7,6 en enero de 2005. En cuanto a la máxima, ha estado también lejos del registro record, los 43,5 grados de agosto del año pasado. Esta vez se ha quedado en 40,4, el 24 de julio. Sí habría que hablar de una marca parcial, el que se dio el 21 de mayo, con 38,5 grados, la máxima histórica de ese mes, uno por encima de la anterior, que databa de 2006.

Por tanto, la sensación de calor no se ha producido por valores de récord, sino que ha venido provocada porque se han acumulado a lo largo del verano 44 días entre 35 y 40 grados. Cabe recordar que la temperatura umbral en Rute para hablar de ola de calor estaría en 37,5 grados que se prolonguen durante al menos tres días seguidos. De ahí esa sensación casi continua de sofoco. De igual modo, el aumento de la temperatura media no obedece tanto a un incremento de las máximas sino de las mínimas, que cada vez son menos bajas, con más noches tropicales en el periodo estival y sin apenas heladas en invierno.

La consecuencia directa de la escasez de precipitaciones y temperaturas en aumento es la prolongada sequía. El reflejo más palpable son los paupérrimos niveles del Pantano de Iznájar, que remiten a los de 1995, cuando casi se vació. La primera mitad de esa década fue de prolongada sequía. Acto seguido, en el ejercicio 95-96 se sobrepasaron los mil litros. Históricamente, no es infrecuente que a periodos largos de sequía sucedan otros de lluvias copiosas, no sólo en Rute, sino en Andalucía y buena parte del país. Más por deseo que por evidencia científica, confía en que ahora ocurra como entonces y al fin se revierta la situación.

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