El colegio Ruperto Fernández Tenllado educa en emociones a través del Carnaval

  • Con disfraces originales y a lo largo de unos talleres temáticos, los escolares han aprendido de forma lúdica a gestionar sentimientos de miedo o tristeza

El alumnado exploraba en tres niveles las distintas emociones que pueden sentir las personas

Ruperto Fernández Tenllado – Exploradores emocionales

Que el Carnaval es un evento que traspasa el ámbito socio-cultural está más que probado. Pocas manifestaciones hay en Rute más participativas. Junto a los ingredientes hedonistas que se le presuponen, también puede tener una finalidad formativa o de educación en valores. Así lo entienden en el Colegio Público (CEIP) Ruperto Fernández Tenllado. Desde hace años este centro organiza una actividad relacionada con el Carnaval y enmarcada a su vez con el proyecto curricular global.

El proyecto de este curso lleva por nombre “RuperOz”, en alusión a “El Mago de Oz”. En torno a esa idea, durante el mes de febrero se han llevado a cabo los talleres temáticos “Exploradores emocionales”, que culminaban a las puertas del comienzo del Carnaval. Según relata la directora del colegio, Rocío Jiménez, el objetivo es que el alumnado se disfrace, de explorador en este caso, en indague en distintas emociones. Cada niño o niña llevaba una banda que debía completar con insignias, al modo de los “scouts”. Para lograrlas, debían certificar que habían sentido esas emociones.

Ahí participaba todo el personal docente, junto a las familias, que también se disfrazaban. Así, en los talleres de la alegría y la tristeza se vestían, respectivamente, de payasos y arlequines. Especial dificultad entrañó recrear la emoción del asco. Para ello, la profesora Araceli Aroca recordó las “cajas del misterio” de su niñez, con un agujero para introducir la mano y tratar de averiguar por el tacto su contenido.

Aroca subraya que los escolares aprenden y se divierten, con un componente de “originalidad”, puesto que no saben hasta última hora la temática de cada año. Su compañera apostilla que se lleva algo muy propio de la cultura ruteña a su terreno profesional, la educación. De igual modo que había un doble disfraz, el de explorador y el de cada emoción, también ha sido un contenido transversal en doble sentido. Abarcaba a toda la comunidad educativa y todo el alumnado.

Cada tutor o tutora se encargaba de preparar una emoción, adaptada a tres niveles, porque, en función de la edad, no afectan por igual. De hecho, según Araceli Aroca, un objetivo fundamental era que los pequeños entendieran que no hay emociones “buenas o malas, sino que sepan gestionarlas”. No en vano, la educación emocional es un concepto “de plena actualidad”. De ahí que crea que ha sido una experiencia muy positiva, no sólo para el alumnado sino también para los propios educadores.

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