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La iniciativa había sido promovida por los estudiantes de 4º de ESO del IES Nuevo Scala
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La idea era recaudar fondos para el viaje de estudios y para la organización contaron con GR-7 Aventura
El tirón que tienen las pruebas de orientación lo confirma la notable participación en la yincana celebrada en Rute el primer sábado de marzo. Se denominaba I Yincana Estudiantil por haberse gestado en el IES Nuevo Scala. En concreto, la idea había partido del curso de 4º de ESO como una forma de recaudar fondos para el viaje de estudios. Se pusieron en contacto con Sandra Trujillo, gerente de GR-7 Aventura, para que planificara la actividad. Así, una vez cubiertos los gastos habituales de seguros, premios o fotocopias para mapas, el resto se repartió entre la organización y el alumnado. La prueba partió y concluyó en el Paseo del Fresno, en el Kiosco de la Música, y se prolongó durante un par de horas.
- Las balizas estaban colocadas en lugares más descuidados para que la gente se conciencie sobre le medioambiente
- Además de hacer deporte, iniciativas como ésta permiten familiarizarse con la orientación o ejercitar la memoria
La idea era que la yincana se disputara en parejas. En la práctica, se permitió a petición popular que se pudieran hacer grupos de tres en muchos casos. De esta forma, pese a que el número oficial de parejas inscritas fue de cuarenta, el total de participantes rondó el centenar. La cifra se disparó en el tramo final. A falta de una hora para que comenzara la prueba, había 25 parejas inscritas. De ahí que con esa avalancha de última hora hubiera que posponer un rato el comienzo. Una vez que se dio la salida, como ocurre en cualquier score, los participantes tuvieron que localizar las balizas repartidas por todo el casco urbano de Rute. Del mismo modo, en un primer momento se habían establecido dos categorías “muy definidas”, en palabras de Trujillo. Por un lado, estaban los más jóvenes, hasta 15 años, y la otra categoría de 15 en adelante. Sin embargo, en muchos de los grupos de tres había integrantes de las dos categorías. En estos casos, se asimilaban a la categorías donde hubiera más participantes.
En realidad, las pruebas eran similares. La diferencia es que la categoría inferior tenía que completar quince balizas y en la superior esa cantidad se elevaba a veinte. Además del casco urbano, discurrían por las afueras, adentrándose en el Camino de la Gayomba, el pie de la Sierra o la Fuente Alta. Un cambio significativo respecto a pruebas parecidas es que no se ha querido colocar las balizas en los lugares más pintorescos o emblemáticos. Con objeto de que los participantes se conciencien con el medioambiente, estaban colocadas en puntos donde se nota más el descuido de la gente.
Por otra parte, al tratarse de una yincana, se incluían otras pruebas que la diferencian del score o el raid. De esta forma, al componente deportivo y de orientación se sumaba esa vertiente más lúdica. Así, los participantes tuvieron que practicar el tiro con arco, el “skyline” o prueba de equilibrio, juegos populares, pruebas de agua, “pese al frío”, o los “selfies locos”, consistentes en hacerse autofotos con los clientes de un supermercado. Aparte de ese ingrediente de diversión, para la gerente de GR-7 lo más significativo es que esta iniciativa ha servido para que muchos jóvenes se acerquen al mundo de la orientación. Algunos no sabían siquiera qué era una baliza. Según Trujillo, iniciativas como ésta van más allá de la práctica deportiva. Implican también familiarizarse con la orientación o ejercitar la memoria.