El Carnaval de Rute atraviesa su ecuador con el protagonismo de la cantera

  • El entierro de la sardina es el eje de un miércoles de ceniza en torno al cual gravitan y pivotan como satélites los diversos pasacalles infantiles de los colegios

Si el Carnaval de Rute ha creado un escenario propio, éste ha sido la calle. Don Carnal necesitaba un lugar así, libre, para alcanzar su plenitud. Los pasacalles del segundo fin de semana y el de la sardina compensan el menor número de agrupaciones. Frente a la dificultad de ser fieles a los ensayos desde meses antes, está el extremo de abrir el baúl y que de él salgan la ropa usada y la imaginación. En Rute, hay desde hace un tiempo a una vía intermedia: disfraces sofisticados que chocan con un mascarón en horas bajas.

También parecía haber pasado sus mejores años el entierro de la sardina, que sufría su propio despoblamiento en favor del fin de semana. Pero su fuerza gravitatoria ha atraído a una cantera que garantiza el relevo generacional. Hay algo de justicia poética en el hecho de que los pasacalles infantiles de los colegios brillen en el equinoccio de esta semana de desenfreno. El entierro de la sardina remite a la purificación a través del fuego, cuyas cenizas alumbran una nueva etapa, del mismo modo que los escolares representan la savia nueva para el futuro de nuestro Carnaval.

El pez fiambre fue en su día el referente que iluminó ese relevo generacional, con la llamada “sardinita” de los colegios. Desde hace unos años, los tres del casco urbano de Rute la organizan de forma conjunta. Esta vez, el cortejo fúnebre partió de Los Pinos y el sepelio se consumó en Ruperto. En parte, esta unión no sólo da fuerza la funeral, sino a los pasacalles de cada centro. Sus temáticas no sólo anuncian la variedad del fin de semana que espera. Además, ilustran sobre la riqueza congénita a esta fiesta, con una mezcla de didáctica y diversión siempre enriquecedora.

En Los Pinos han apostado por el medioambiente, concienciando sobre su belleza y la responsabilidad humana en su cuido. Ruperto ha dado rienda suelta a los superhéroes para confirmar que en Carnaval todo es posible. Fuente del Moral ha reflejado la dualidad tan propia de esta semana, con sus parejas de contrarios, desde el ángel y el demonio al policía y el ladrón. Y cerrando el círculo, en el Colegio Público Rural Blas Infante, que agrupa a los escolares de las aldeas de Rute, se ha reivindicado nuestro entorno, con un homenaje a los animales que pueblan el Geoparque de la Subbética.

Tras la sardinita, vendría el turno de su madre, la sardina adulta. Si el cortejo fúnebre infantil estuvo animado por Silosé Novengo, el adulto contó con Los Piononos, las dos charangas que, al igual que la batucada, marcan el paso. Escoltando al fiambre iba una legión romana, y detrás los dolientes que llenaron la noche ruteña de lamentos, aullidos etílicos en algunos casos. El fuego de la calle Málaga culminó el ritual de purificación. La sardina ha muerto un año más, pero llama del Carnaval sigue viva en Rute.

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