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El cantaor, al que se dedicó la edición de 2015 y no pudo asistir por enfermedad, vive retirado de los escenarios y sólo actúa en casos puntuales como éste
Calixto Sánchez tenía una cuenta pendiente con la Noche Flamenca de Zambra. No era por voluntad propia. En 2015 la Peña Cultural Flamenca de la emblemática aldea de Rute quiso homenajearlo y dedicarle la velada. Así se hizo pero no con su presencia. La convalecencia de un infarto se lo impidió. Por fortuna, pudo recuperarse pero le quedó un gusanillo de corresponder asistiendo. La ocasión ha llegado ahora. El de Mairena ya sólo pisa las tablas en ocasiones puntuales. Ésta era una, así que, como él mismo señaló, se desprendió de la sotana de su “vida retirada”, para dejar unas pinceladas de su talento. Atacó por malagueñas, soleares o tientos, y no le tembló el pulso al adaptar por bulerías las “Habaneras de Cádiz” de Carlos Cano. Su presencia fue el momento más emotivo de una noche donde volvió a brotar el duende en el manantial del río Anzur.
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Antes, la velada, presentada de nuevo por Manuel Curao, había abierto el canal a uno de esos afluentes que nutren el cante creando afición, el lucentino Antonio José Nieto. Tras arrancar por tangos y guajiras, remató con una tanda de fandangos de Huelva, quién sabe si como guiño anticipado a Arcángel. Abierto el paladar, el turno fue para el baile, con “El Farruco”. Como su hermano “Farruquito” el año pasado, puso en pie al público. Y para cerrar el primer tramo de la noche, se confió en un clásico. El pontanense Julián Estrada suena a Zambra, vaya sólo con un guitarrista o con un cuadro completo de percusión. La trayectoria creciente del festival y la suya propia van ligadas para siempre.
También ha crecido hasta volar a lo más alto del arte Arcángel. Con la misma maestría que dirige la Cátedra de Flamencología de Córdoba, el onubense domina todos los secretos y recovecos del cante. Da igual que se enfrente a soleares, tangos, tarantas o alegrías. Este domador de notas hace que sus cuerdas vocales obedezcan con fluidez y sin aparente dificultad. Pero cuando Arcángel alza la voz el resto del mundo flamenco calla, porque saben que llega a tonos y registros al alcance de muy pocos elegidos.
Si Arcángel representa la mano izquierda y la diplomacia para someter el cante a sus dictados, Aurora Vargas lo conquista por invasión y atropello. Es un torbellino sobre el escenario y la vertiente más festivalera del flamenco. Hasta las bulerías le vienen cortas a su energía. Sólo una voz tan intensa puede hacer que el respetable pida bises cuando las manecillas del reloj ya se encaminaban hacia las cinco de la mañana. Jesús Méndez tenía el doble reto de hacer que las aguas volvieran a su cauce y a la vez echar un cierre de altura. No se arrugó y salió airoso con una seguiriya magistral y los fandangos y bulerías de su Jerez natal. Con él y el alba asomando terminó la noche. Definitivamente, Calixto Sánchez está en paz con Zambra y Zambra sigue en paz con el flamenco.