Atentado contra el patrimonio

Estimado lector, estamos próximos a concluir la primavera y a adentrarnos en los primeros compases del verano. Dejamos atrás un mes de mayo cargado de actos culturales para ahora adaptarnos al estío y a las duras temperaturas que nos acechan. Para esta ocasión, y debido a ciertos sucesos de relativa actualidad, retomamos un aspecto fundamental para la conservación del patrimonio: su seguridad.
Al día siguiente de finalizar la feria de mayo, una pintada de carácter reivindicativo apareció en uno de los muros exteriores de la parroquia de San Francisco de Asís, atentando contra un edificio que forma parte del acervo histórico-artístico de nuestro municipio. Este tipo de actos, aunque pretendan justificarse desde la libertad de expresión, constituyen una agresión directa al patrimonio común y, como tal, deben ser firmemente rechazados. Los bienes patrimoniales situados en el casco urbano, como templos, fachadas civiles o elementos escultóricos, están especialmente expuestos al deterioro por vandalismo, acciones incívicas o incluso intervenciones mal entendidas. Pero no debemos olvidar que el patrimonio arqueológico ubicado en parajes rurales o zonas no urbanizadas también corre graves riesgos: expolio, abandono, destrucción por obras o usos agrícolas inadecuados. En ambos casos, la falta de vigilancia y de conciencia social se convierte en su principal amenaza.
Rute posee un legado cultural de enorme valor. Su preservación no debe ser una tarea secundaria ni coyuntural, sino una prioridad transversal. Tras estos sucesos, es urgente que la administración local refuerce las medidas de protección, tanto en el entorno urbano como en el rural. En demasiadas ocasiones sobreexponemos nuestro patrimonio histórico-arqueológico sin garantizar una protección efectiva. Por suerte, en esta ocasión se trata de daños menores que han sido subsanados con escasos recursos. Pero imaginemos que el acto hubiera supuesto una pérdida de mayor entidad. ¿Podemos concebir Rute sin su patrimonio más señero? Por esta razón, llamo a la ciudadanía a ser consecuente con su historia común. Como hemos comprobado de primera mano, esta responsabilidad recae, en última instancia, en cada uno de nosotros.
Reiteramos nuestra más firme condena a cualquier acto que atente contra nuestro patrimonio. Protegerlo no es solo restaurar o conservar, sino también prevenir, educar y sancionar. Cada intervención indebida, cada daño no reparado, es un paso atrás en la defensa de nuestra identidad histórica. Y en esta tarea, no caben indiferencias: solo desde el compromiso colectivo podremos garantizar que el legado de Rute llegue intacto a las generaciones futuras.

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