Un año que se va y otro que viene

A Jorge Villén Jiménez, in memoriam. 

                                                                                                              Y a  Aurora Sánchez Benítez,

                                                                                                              elegante por dentro y por fuera,

                                                                                                                           y lectora fiel de estas letras mensuales.

                 Para que no le pese la vida  

y siga viviéndola con alegría.  

                                                                                                                              ***                                   

                                                                                                                  “Todo comienzo tiene su encanto”.

                                                                                                                                               (Hermann Hesse)

 

 

Ciudades y pueblos compiten en Navidad por tener el alumbrado más llamativo, aunque más de cuatro hagan malabarismos para pagar el recibo de la luz.

El caso es que se acaba otro año y parece ser verdad eso de que cada vez se pasan más rápido. Hace nada estábamos guardando el belén y el arbolito y ya estamos otra vez montándolo. Toca regalar, por gusto o por compromiso, y cenar o almorzar con unos y con otros, por cumplir o con ganas. Mientras, desfasadas, casi equivocadas de época, náufragas del ayer, llegan hasta el buzón algunas tarjetas de Navidad escritas de puño y letra. Has mandado algunas, quizás, a sabiendas de que la mayoría no tendrá respuesta y que, tal vez para excusarse de no responderla ni agradecerla, te dirán que no la recibieron. Algunas se pierden en el camino de las relaciones extraviadas, en alguna saca rota del olvido… Lejos, cada año más, otras pascuas que parecen ya más soñadas que vividas, sacadas de un cuento de la infancia. Lejos las cartas escritas entonces a los Magos de Oriente con letra derechita y clara…

De nuevo, el anuncio de Navidad y la lotería. En la tele, un año más, gente feliz regándose con champán. Ha vuelto otra vez el tiempo de hacer balance y propósitos. Pocos cambios. Un año que se cierra, algunos nombres nuevos en la lista de contactos y otros tachados en la agenda, números que no han de volver a marcarse porque sus titulares pasaron a mejor vida o desaparecieron voluntariamente o por desidia de la nuestra. La vida, con su ir y venir de encuentros y adioses no esperados, sus ajustes de cuentas, de ganancias y pérdidas. Ella lleva la voz cantante. De ahí las reticencias a hacer planes que no vayan a cumplirse. Mejor contentarse con lo bueno que vayan trayendo los días y con la felicidad de andar por casa que cabe en la rutina. Nada de planear viajes que no llegarán a hacerse ni de liarse a la cabeza mantas que luego, seguramente, harán falta para abrigarse, cuando la soledad apriete.

Y, para el año nuevo, deseos sencillos: salud y una cuenta corriente para no pasar estrecheces. Poco más. Casi nada más. Más vale no crearse grandes expectativas que la realidad, sin delicadeza alguna, desmorone. No más cuentos de la lechera, no sea que se rompa la cántara de leche antes de venderla. Mejor agarrarse al clavo ardiendo de lo cotidiano. Preferible el pájaro en mano de lo conocido a ciento volando que no han de posarse en nuestro balcón mucho rato. Mejor deseos concretos, transitables y al alcance, que esos que nunca se logran. Bueno es empezar el año con ánimo, sí, pero sin echar las campanas muy al vuelo, no vaya a ser que el calendario tire por tierra ilusiones de arena. No se trata de vivir con el freno puesto, pero sí de intentar evitar desengaños previsibles, de ahorrarnos, si se puede, la hiel del desencanto y no quedarnos en el andén de los trenes que no llegan o pasan de largo. Siempre sin olvidar que vivir es, a pesar de los pesares, mantener encendida la llama de los sueños mientras vamos resistiendo envites varios. “Sobreponerse es todo”, que dijo Rilke.

Con esta disposición enfrentas y encaran muchos el final de éste y el comienzo de un nuevo año, que no sabemos qué traerá bajo el brazo, pero que nos pilla, una vez más, jugando a la lotería sin mucha esperanza, buscando regalos con temor a no acertar o viendo películas de sobremesa que acaban siempre bien y de las que debería copiar más a menudo la vida. Así nos disponemos a empezar otro almanaque: extrañados, si nos llega algún mensaje de “whatsapp” que parezca escrito solo para nosotros y no sea “reenviado” y también ilusionados, pese a los chascos. Porque el año nuevo vendrá cargado de amaneceres, cafés felices, a solas o en compañía, charlas y buenos ratos. Aunque, como cada vez que comienza un año, nos encuentra expectantes, ignorando lo que vendrá y a quién conoceremos, temerosos de ausencias, sabedores de que el cambio de año no obrará milagros ni barrerá preocupaciones por ensalmo. Pero nos sorprende también con una agenda impecable por estrenar y ganas de ir desvelando poco a poco el misterio que encierra cada uno de los días por venir y de hacerlo, incluso, con un corazón hecho de tripas de vida vivida y con un resistente, indómito entusiasmo. Que no nos falte energía para vivirlo. ¡Vamos por otro año!

¡FELIZ NAVIDAD Y  LO MEJOR PARA 2019!

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