Que el amor reine nuestras palabras, actos, almas y vidas el próximo 2022

Es inevitable vivir diciembre y no hablar de Navidad. Nuestros sentimientos están a flor de piel durante estas fiestas. Los encuentros deseados, los besos y abrazos recuperados tras más tiempo del necesario, la alegría de los momentos compartidos y la añoranza también del recuerdo por los que ya no están aquí presentes. Sí, diciembre es Navidad. Pero, ¿qué es la Navidad?
A pesar de ser una festividad eminentemente religiosa, su celebración se extiende por los cinco continentes entre creyentes y no creyentes, salvo contados países que no festejan estos días como Arabia Saudí, Argelia, Irán, Brunéi, Corea del Norte, Somalia, China o Tailandia. La Navidad, en latín Nativitas, es una de las festividades más importantes del cristianismo, junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés. En estos días celebramos el amor de Dios que envió a su único Hijo, Jesús, para salvarnos. Porque en Belén, hace ahora 2021 años, nació un niño destinado a ser el camino, la verdad y la vida. Y porque fue en un pesebre donde se encendió, para no apagarse jamás, la luz del mundo.
Seguro que si tuviésemos que otorgar a la Navidad un sentimiento ninguno podría ser más acertado que el del amor. El amor por los nuestros: por la familia y por los amigos. La explosión del sentimiento del amor en su máxima expresión, pensando con amor y amando con sabiduría. El amor que nos hace crecer, mejorar, entregarnos a los demás, actuar con el bien como bandera, desechando la envidia y el egoísmo. El amor, pero el amor de verdad, ese que nos lleva a ser luz para los demás. En definitiva, es eso lo que celebramos en Navidad: el triunfo del amor sobre todas las cosas del mundo. Amemos a cuántos nos rodean, a nuestros afines y a los que no lo son, a todos. Amemos nuestros días. Amemos la vida.
Tras este complicado 2021 en el que hemos aprendido a vivir con una pandemia que nos bofeteó de bruces en cuestión de segundos, se nos presenta un nuevo año que deberíamos encaminarlo también bajo el paraguas de la esperanza y la valentía. Esperanza porque, si algo hemos aprendido o deberíamos haber hecho, es que por muy oscuro, difícil e imposible que veamos el futuro, siempre hay un rayo de sol que se abre camino para impulsarnos. Nosotros, los que tras toda esta hecatombe mundial seguimos aquí, con salud, respirando y saboreando nuestro entorno, deberíamos sentir esa esperanza con las alas más grandes jamás vistas. Y valentía porque a la vida hay que mirarla de frente, sin pestañear, con atrevimiento y coraje, enfrentando los desafíos con la mejor de las sonrisas. Huyamos de lo normal, de lo ordinario, seamos valientes para afrontar todo lo extraordinario que nos espera, asumamos el inmenso riesgo de vivir hasta el final, sin condiciones, porque somos una única vez en la vida.
Que el espíritu de la Navidad nos envuelva los 365 días del año. Que la magia del amor incendie nuestros corazones en una hoguera que nunca se apague. Y que ese amor reine nuestras palabras, nuestros actos, nuestras almas y nuestras vidas el próximo 2022. Porque, de todas las fuerzas del mundo, el amor, sin lugar a duda, es el único incapaz de ser vencido. Feliz Navidad y feliz vida.

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