Profesionales, afectados y familiares debaten en Rute sobre el estigma que aún generan las enfermedades mentales

De izquierda a derecha, Francisca Salido, Antonio Jesús  Moreno, Juan Antonio Muñiz, Joan Chacón, María del Carmen Iglesias e Isabel  Ramos

De izquierda a derecha, Francisca Salido, Antonio Jesús Moreno, Juan Antonio Muñiz, Joan Chacón, María del Carmen Iglesias e Isabel Ramos

Una palabra se asocia con frecuencia a quienes padecen alguna enfermedad mental: el estigma. Son personas señaladas por la sociedad, en ocasiones por ellas mismas o su entorno familiar. Por prejuicios, por desconocimiento o porque ambas ideas caminan de la mano, se les ve como gente, de un modo u otro, “peligrosa”, de la que se rehúye. Para derribar todas esas barreras, el 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. Sin embargo, asociaciones como Araem, en Rute, o profesionales como los de Infanta Margarita, han extendido los actos de concienciación a lo largo de todo el mes. En ese contexto se enmarca la tertulia programada en Rute ante los medios de comunicación por Araem (Asociación Ruteña de Ayuda al Enfermo Mental), el Grupo de Salud Mental de Infanta Margarita y la Fundación Andaluza Para la Integración Social del Enfermo Mental (Faisem).

Para ello se ha contado con profesionales y representantes de estos colectivos. En el ámbito profesional, participaron el psiquiatra Antonio Jesús Moreno, director de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Área Sur; Juan Antonio Muñiz, delegado provincial de Faisem; y Francisca Salido, trabajadora social de la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Lucena. En cuanto a las asociaciones, se contó con la presencia de Isabel Ramos, presidenta de Araem; María del Carmen Iglesias, presidenta del Grupo de Salud Mental de Benamejí (pendiente de constituirse como asociación) y Joan Chacón, secretario de dicho grupo y enfermo de esquizofrenia. La tertulia se estructuró en tres grandes bloques, aparte de las conclusiones finales: el estigma de la enfermedad y cómo se señala a estas personas, dónde acudir y con qué recursos se cuenta, y el trabajo de las asociaciones.

Sobre el estigma, tanto Paqui Salido como Antonio Jesús Moreno señalan como principal causa “el desconocimiento”. Para el psiquiatra, resulta paradójico que, en plena sociedad del conocimiento, haya tanta desinformación. De ahí que se trabaje en lo que denominan “estrategias compartidas”, integrando en un mismo grupo a enfermos y gente sana. También se han puesto en marcha proyectos como “Lo hablamos”, dirigido a los adolescentes, “que aún no tienen prejuicios”. Por su parte, Juan Antonio Muñiz sostiene el estigma es “una de las mayores barreras” para la integración y la normalización de estas personas. Si se elimina, y cree que los medios pueden contribuir mucho a ello, se habrá dado “un paso de gigante”. La trabajadora social añadió el problema que se plantea cuando los propios enfermos o su entorno no quieren señalarse. Es el “autoestigma”, que les priva de pedir ayuda o acudir a un profesional.

La cuestión del desconocimiento se traslada también a la hora de saber dónde acudir o con qué recursos se cuenta. Según Antonio Jesús Moreno, la respuesta “debería ser obvia”. Como expuso, si alguien se fractura un brazo sabe qué pasos debe dar. Esto, en cambio, no ocurre con la enfermedad mental. Pocos conocen la existencia de una Red de Salud Mental en el sur de la provincia, que engloba a las unidades comunitarias de Lucena y Cabra, una unidad de salud completa, para internamientos breves, y un hospital de día. Éste está pensado para pacientes jóvenes, “con patologías graves en fase inicial, que aún se pueden recuperar”. El psiquiatra no ocultó que le cuesta trabajo contestar por qué hay tanto desconocimiento sobre estos recursos, aunque cree que los enfermos sí los van conociendo.

Para Muñiz se trata más bien de una desinformación “interesada”. Es decir, no resulta agradable saber del tema, ni para la sociedad ni a veces para los propios medios. Sin embargo, subraya que hay mucha información al alcance de cualquiera a través de internet. No en vano, el hospital Infanta Margarita tiene un premio europeo “por su presencia en redes sociales”. Para completar el cuadro de recursos, el delegado de Faisem recordó que la fundación atiende en Córdoba a mil cuatrocientas personas catalogadas como enfermos “graves”. Además, dispone de dos centros de día en Cabra y Lucena y una casa hogar, amén de los cursos de formación que imparte para la inserción laboral de estas personas.

En el tramo final, dando paso a las conclusiones, se abordó el papel de las asociaciones. Joan Chacón valoró que, gracias a un trabajo “digno”, había podido afrontar el brote de esquizofrenia que se le detectó en la adolescencia. Es una misión que se han impuesto las asociaciones, que estas personas sean tratadas “con dignidad”. Isabel Ramos tiene claro que estos colectivos “pueden ayudar”, aunque no pierde de vista que quienes resuelven los problemas son “los profesionales”. Pero el trabajo de las asociaciones va mucho más allá. Ramos coincide en que hay “miedo a la etiqueta”, y hay que combatir ese miedo. La presidenta de Araem asevera que el silencio y el aislamiento son “el peor enemigo y el mayor error de esta enfermedad”.

Es una tarea común, en eso coinciden todos. Juan Antonio Muñiz no cree que haya “una varita mágica”. Pero sí es consciente de que el trabajo de las asociaciones es “fundamental” para encontrar una solución. Para confirmarlo, Antonio Jesús Moreno recurrió al conocido ejemplo del banco, que no se sostiene sin una de las patas, las que conformarían profesionales, asociaciones, medios y la sociedad. Sostiene que entre todos deben contribuir a ofrecer una imagen “diferente, mucho más acorde con la realidad”.

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