El XIX Festival de Ballet abre el verano cultural de Rute con un espectáculo de imaginación y arte

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Público e integrantes de la escuela terminaron la noche bailando al ritmo de “Madre Tierra”, de Chayanne

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Se ha dado el pistoletazo de salida al verano cultural de Rute. En esta ocasión, el comienzo lo ha marcado el Festival de Ballet. Alternando, según el año, con el de baile de la Escuela de Sebastián Leal, esta vez el primer turno ha correspondido a la Escuela de Música y Danza, bajo la dirección de María del Mar Somé. El teatro al aire libre Alcalde Pedro Flores volvió a llenarse en el último viernes de junio, pese al calor pegajoso que ya se dejaba sentir, incluso de noche. El público no estaba conformado sólo por los familiares de las alumnas de la escuela. Cada vez es más notable la afición que existe en Rute al baile, pero no se puede perder de vista que estamos ante un espectáculo que traspasa la frontera local. Con frecuencia, los representantes políticos lo han reivindicado como parte de la oferta cultural de Rute. En ese aspecto hacían hincapié el alcalde Antonio Ruiz y el concejal de Cultura, Antonio José Gómez. Pero también han tomado conciencia de ello los propios responsables de la escuela, la profesora María del Mar Somé y el director Antonio Arcos.

Quizá por modestia, hasta ahora no lo habían hecho público, pero son conscientes de que el festival despierta interés en localidades vecinas. Prueba de ello es que cada vez reciben más solicitudes para ir a otros sitios a representarlo. En total, en este curso ha habido 85 personas. La mayoría siguen siendo chicas, y sólo ha habido dos varones. En pleno siglo XXI, aún quedan prejuicios por romper, sobre todo entre los adultos. Por eso, para la profesora es más que loable cuando un padre o una madre responden “adelante” a ese hijo varón que le pide ingresar en la escuela porque le gusta el baile.

Políticos y responsables de la escuela aprovecharon para ponerla en valor y reivindicar su vocación de servicio público. Antonio Ruiz y Antonio José Gómez se congratularon se que se pueda mantener este servicio, aunque haya cambiado el modelo de gestión. Por su parte, el director reseñó que sin la ayuda de las administraciones carecerían de esta formación los muchos jóvenes de la localidad que conforman la escuela. Además, tras las audiciones de la Escuela de Música, que habían tenido lugar días antes, para Arcos, el festival es la guinda a un curso intenso, pero además es fruto de un trabajo común, el del alumnado, el profesorado, las instituciones y los padres y madres que ayudan a la puesta en escena. El hecho de que llama la atención de otros municipios supone a la vez “un placer y una responsabilidad”.

Todo ello se pudo comprobar pasados unos minutos de las diez de la noche. De fondo, un decorado ideado por la profesora, que homenajeaba al ballet clásico. Era la antesala al espectáculo de color que cada año complementa a las coreografías. Junto al arte que representa el propio baile, el festival es un derroche de imaginación, desde el decorado a todos los detalles del vestuario. La mente creativa de Somé aglutina la colaboración de las madres (siguen siendo mayoritarias) que prestan su tiempo para dar realce a este espectáculo visual. Fruto y consecuencia de esa labor de equipo, sobre las tablas del teatro al aire libre se sucedieron un total de dieciséis coreografías. Catorce habían sido preparadas por la profesora, pero las otras dos habían corrido a cargo de las propias alumnas. Como siempre, en estos bailes alternó el ballet clásico con números de corte contemporáneo, desde el “Canon” de Pachelbel a los guiños al “Thriller” de Michael Jackson o la “eurovisiva” Edurne.

También se mezcló en un par de casos diferentes niveles. Uno de estos números combinados puso fin al festival. En él, como suele hacerse, se rindió homenaje a las chicas que dejan la escuela porque se marchan de Rute. Nadie quiere que sea un adiós, sino un “hasta pronto”. De ahí que se haya convertido en costumbre en los últimos años que presenten el festival antiguas alumnas. Así volvió a ocurrir, con varias chicas compartiendo su experiencia, su aprendizaje, su pasión por el baile y la sensación agridulce de tener que marcharse de la escuela. Para contrarrestarla, antes de la entrega de diplomas, quedaba la alegría final. Somé guarda un tema que esté sonando en el momento del festival, pero cuesta trabajo pensar que su elección sea casual o sólo una cuestión de modas. Alumnado y público se pusieron en pie para bailar al son del “Madre Tierra” de Chayanne (revisión del “Oye”). Su insistencia en escuchar el “Tambor de mi Madre Tierra”, además de contagiosa para el baile, remitía al pálpito de una escuela que sigue latiendo con fuerza.

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