Las Fiestas de la Virgen de la Cabeza unen a devotos de Rute y fuera con la Morenita como tema de conversación

Junto a momentos como le llegada a los Cortijuelos, la bajada del altar es uno de los instantes más intensos del segundo domingo de mayo
Junto a momentos como le llegada a los Cortijuelos, la bajada del altar es uno de los instantes más intensos del segundo domingo de mayo

Se retoman las conversaciones. En cada caso habían quedado interrumpidas en un momento concreto. Quienes se han visto en las noches de novena no tienen problema en retomar el hilo. Otros no se veían desde el pregón, desde que coincidieron al salir a recibir a los hermanos de Andújar, o incluso desde antes. Muchos vuelven a Rute en estos días y son los que más tienen que contar y redescubrir. Se sienten ávidos de vivir con intensidad las Fiestas de la Virgen de la Cabeza, las Fiestas de Mayo. “Hemos llegado hace un cuarto de hora, lo justo para aparcar el coche y venir al Llano, sin sacar las cosas del maletero siquiera”. Han llegado el sábado por la mañana, a tiempo de ver las actividades que ha programado la Asociación Cultural “Morenita, Reina de Rute”. Las respaldan las instituciones, con el patrocinio de Diputación y la colaboración del Ayuntamiento. Pero es este colectivo el que prepara un programa con el que los menores se divierten y a la vez colaboran con Cáritas. Y se recuperan celebraciones olvidadas en esta jornada, como los pasacalles de gigantes y cabezudos.

Han venido el sábado por la mañana. Durante el día, se van sumando más. Llegan a tiempo para sumarse a la riada humana que representa la ofrenda de flores. Desde la ermita de Nuestra Señora del Carmen hasta la parroquia de San Francisco de Asís. Aún hay gente saliendo cuando los primeros entregan su ramo ante el altar a su Morenita. Escuchan a los coros que han venido a cantarle a la Virgen de  la Cabeza. Y mientras escuchan, ven cómo se colman las cuatro columnas con las flores. Faltan columnas, el resto se depositan en el suelo. Se calienta el ambiente, la pasión por vivir el mayo ruteño. El requisito principal para que el Ayuntamiento solicite a la Junta la declaración de estas fiestas como de interés turístico se cumple: el respaldo popular, el de Rute y el de otros pueblos, porque el mismo sábado se acercan de municipios vecinos. Es la antesala de lo que ha de vivirse en el segundo domingo. Hay quienes no tienen tanta suerte, o tanto tiempo, y aparecen el mismo domingo por la mañana. Apenas podrán ver la función religiosa, estar en la bajada con el corazón en un puño, conscientes de que el momento tan esperado ya está aquí. Y nada más terminar la procesión de la mañana, hay que volver a su otro hogar. No importa.

Los testimonios se suceden: el de quien ha visto la muerte tan de cerca que se siente renacer en este día: “Después del accidente, yo estoy vivo gracias a la Virgen de la Cabeza”. No olvida con ello el mérito del equipo médico que le salvó, pero asegura que en lo más hondo se agarró a unas cuantas convicciones, su familia, sus amigos… Y su Morenita. La acompañan en sus calles, con la melodía de los coros, de la Agrupación Musical Santo Ángel Custodio y la Banda Municipal. Por medio, dejan atrás otra riada, la de todas las petaladas que se suceden desde los balcones anónimos. Hasta que la Virgen entra en los Cortijuelos y se reivindica el sentido de pertenencia, la misma raíz que les une y entronca a su pueblo. El mensaje es claro y elocuente: “Tus vecinos de los Cortijuelos. Siempre contigo”. Pero son también los que acompañan al cementerio, en el tramo final hasta el Paseo del Llano, donde vuelve a sonar ( “¿cuántas veces van ya hoy?”) el “Morenita y pequeñita”, la banda sonora de un sentimiento. Siguen las conversaciones, los reencuentros: “Si yo no soy muy creyente y acabo llorando”, en un intento de poner con la sinceridad palabras a lo que saben que no tiene palabras.

Muchos se marchan, han de volver a los lugares de los que han hecho su segunda casa, o a los otros pueblos de donde vinieron con sus hermandades filiales. Al día siguiente no es festivo fuera de Rute y hay que retomar la rutina. Cae la tarde, y cambia el aire singular de romería urbana de la mañana, uno de los detalles que hacen tan especial esta fiesta. La procesión se reinventa con la solemnidad de la noche. La Virgen de la Cabeza luce su manto de gala, el que costeó en su día todo el pueblo de Rute. Ésa y no otra es su esencia, que no se pierde por adaptarlo a los tiempos democráticos. Se culmina este año el proceso que se inició con la etapa de Antonio Pacheco como presidente de la cofradía. Se eliminan los símbolos que pervivían de la dictadura tapando el escudo franquista con una imagen de la Anunciación.

La Morenita desfila con toda la solemnidad, con el acompañamiento de las autoridades locales y representantes de las demás hermandades. Los coros y los trajes rocieros han dado paso a las mantillas y los vestidos de noche. Pero el aire de fiesta no se deja del todo. Suena la salve al paso por el Círculo de Rute, vuelve a sonar por megafonía el coro en el Paseo Francisco Salto, con los cohetes de la asociación. Hay otros cambios, el de parte del alumbrado público, o el relevo de la Agrupación Santo Ángel Custodio, que da paso a la Agrupación Musical Las Lágrimas, de San Fernando. Pero la Banda Municipal continúa tocando el llamado “Himno grande”, y por supuesto, el “Morenita y pequeñita”: “Miguel, ¿cuántas veces puede sonar al cabo del día?”. Ni con la cruceta en mano el director acierta dar una cifra exacta, por todas las que se repite como un bucle incesante: “Por lo menos de diez a quince”. Aún ha de escucharse en la vuelta al Llano, antes de los cohetes. Un músico duda: “Creo que hemos quedado en repetirlo cinco veces”, hasta que se oiga el golpe de percusión que, como “un murmullo”, indica que se acaba.

Hay más conversaciones el lunes: “¿Te quedaste hasta el final?” “No pude, ¿a qué hora se encerró?” Son diálogos que se mezclan entre los ecos de la subasta de regalos de la mesa. Sus voces se irán apagando a la par que se hace de noche. Los que volvieron a su otra casa, los que siguen en Rute, unos y otros, hablan ahora en silencio. Se dirigen a su Morenita, para asegurarle que ya están impacientes, haciendo ganas para volver a verla en la calle el año que viene.

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