Monseñor Juan José Aguirre relata en Rute la dura realidad de Bangassou

  • Lleva casi cuatro décadas en Centroáfrica, donde a la situación de pobreza se ha sumado en el último lustro la acción violenta de los grupos radicales

El presidente de la cofradía de la Vera Cruz entregó a Monseñor Aguirre la recaudación de su cena de la solidaridad

Conferencia de Juan José Aguirre sobre la misión de Bangassou

En el poema “Muerte y juicio”, del libro “Sobre los ángeles”, Rafael Alberti escribió: “Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura”. En efecto, el infierno y el cielo, literales o figurados, conviven a veces como las dos caras de una misma moneda. Monseñor Juan José Aguirre lo sabe bien. A su alrededor ha visto la muerte y la sonrisa de un niño que va por primera vez a la escuela. En sus oídos resuena el silbido de una bala y el eco de una carcajada infantil. Es su realidad en la República Centroafricana, a donde llegó hace 38 años. Desde hace 20 es obispo en Bangassou. Ahora ha venido a Rute a dar a conocer esa realidad, por iniciativa de la cofradía de la Vera Cruz.

  • Monseñor Aguirre denuncia la pasividad de Naciones Unidas

Su testimonio sirve para poner los pies en el suelo y relativizar los problemas de cada uno, frente a personas cuya principal incertidumbre no va más allá de saber cuánto tiempo seguirán vivas. El propio Aguirre ha tenido que enterrar cadáveres y ha ejercido más de una vez de escudo humano. Sin embargo, lejos de venir a Rute con un espíritu derrotista, ha traído un mensaje de esperanza. En una charla sencilla y directa, ilustrada con una copiosa documentación de diapositivas, ha mostrado la misión de paz de la diócesis. Ocupa una extensión similar a la de Andalucía, con una población de cuatrocientos cincuenta mil habitantes, y para ello cuentan con apenas 25 sacerdotes.

Huelga decir que es una zona pobre, pero sobrevivir con medio euro al día es factible si hay paz. Así lo hacían hasta que hace algo menos de cinco años apareció “el monstruo” de la guerra. En marzo de 2013 el grupo insurgente Seleka dio un golpe de Estado. Se trata de musulmanes radicales, muchos de ellos mercenarios, armados por países que financian el yihadismo. Lo que había sido una convivencia pacífica entre musulmanes y no musulmanes se deterioró hasta rozar “la limpieza étnica” en mayo del año pasado. A los selekas se opusieron los antibalakas, que detestan los selekas y por extensión al resto de musulmanes y actúan sin escrúpulos.

De los cinco millones de habitantes del país, hay seiscientos cincuenta mil desplazados. Se vive una “violencia extrema” ante la pasividad de Unicef y Naciones Unidas, “que se han escaqueado”. Incluso a él le aconsejaron que se marchara por un tiempo. Aunque ha vuelto a su Córdoba, piensa regresar en breve a un pueblo “que sufre, pero lleno de alegría”. Mientras, se consuela comprobando cómo no cesan las ayudas desde Córdoba y España a la Fundación para la Promoción y el Desarrollo de Bangassou. En Rute, la Vera Cruz ha colaborado con la reciente “cena de la solidaridad”. Su presidente, Francisco Jesús García, le entregó la recaudación íntegra como broche de su visita.

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