La XXI Noche Flamenca de Zambra rinde homenaje al maestro Calixto Sánchez

  • El cantaor de Mairena no pudo acudir a su propio homenaje por estar recuperándose de un infarto sufrido días antes

  • El onubense Guillermo Cano, una de las figuras destacadas de la noche, bajó a cantar a pelo entre el público

Aunque no pudo estar en su homenaje, la figura de Calixto Sánchez presidió el escenario toda la noche
Aunque no pudo estar en su homenaje, la figura de Calixto Sánchez presidió el escenario toda la noche

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Zambra representa en verano un oasis en lo meteorológico y en lo cultural. En el primer aspecto, cuesta creer que la temperatura baje varios puntos y, mientras en el resto de Córdoba se rondan los 40 grados, a orillas del río Anzur, en pleno entorno natural, se goza de unas noches plácidas. Más aún se disfruta esa noche si es la del primer sábado de julio. Es la fecha habitual de celebración del festival de cante que organiza la Peña Cultural Flamenca de esta aldea de Rute. La XXI Noche Flamenca de Zambra tenía un protagonista destacado: el cantaor Calixto Sánchez. A él estaba dedicada y él debería haber encabezado el cartel. No en vano, había estado en la presentación allá por el mes de mayo, como anticipo del homenaje que se le iba a tributar. Sin embargo, el de Mairena sufrió en los días previos un infarto que le imposibilitado acudir al festival. Según informaron desde la directiva de la peña, tras permanecer unos días hospitalizado, Calixto Sánchez había evolucionado favorablemente. Pero como es lógico, no estaba en condiciones de subirse a un escenario. Incluso los facultativos le habían recomendado que no hiciera ningún desplazamiento largo.

La Peña de Zambra tuvo que un sustituto a marchas forzadas. Su hueco lo cubrió Manuel Domínguez Castulo, ganador del XX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Fue él además el encargado de cerrar la noche, o más bien la madrugada, porque en Zambra el idilio con el cante termina cada año en un enlace con el alba. Mucho antes, tanto Castulo como el resto de participantes habían subido al escenario para mostrar su apoyo y cariño a Calixto Sánchez. De un modo u otro, el homenajeado estuvo presente toda la noche, no sólo por el impresionante cartel que presidía el escenario. Desde las emotivas palabras del presentador Manuel Curao hasta el reconocimiento de cada artista, todos tuvieron su momento de reconocimiento para “el último maestro vivo”. Con esa incontestable contundencia lo definió Guillermo Cano.

Como es (sana) costumbre en el festival, la antesala del cante llegó con el baile, a cargo de Belén Ariza y su grupo. Después se sucederían las actuaciones. Debutante en esta plaza, de abrir boca se encargó Mayte Martín. En realidad, su menú de cantes hubiera bastado para saciar el apetito de cualquier oído. Si el flamenco es un arte eminentemente andaluz, de Martín, como de su paisano Miguel Poveda, podría afirmarse que es una andaluza nacida en Cataluña. Ni le faltan recursos ni conocimientos. Sus guiños a Morente (Yerma mediante) o la Peñuelas (palabras mayores) fueron sólo una muestra del caudal de talento que atesora. Mucho había tardado en dejarse caer por estos lares, así que más de un aficionado espera que la vuelta no se haga esperar tanto.

A continuación, vendría el cante convertido en devoción junto al Anzur. Si la Noche Flamenca se hiciera carne, adquiriría la forma de José Domínguez “El Cabrero”. Desde hace años no hay edición que no cuente con el genio de Aznalcóllar. Con él, sus seguidores pierden la objetividad, pero es de justicia reconocer cuando está más sembrado. Ésta ha sido una de esas ocasiones. Domínguez lo sabía, era consciente de que estaba pletórico y por eso prolongó su actuación hasta cerca de la hora y media. En plena simbiosis entre público y artista, nadie se quejó. Tras el descanso, tomó el relevo alguien que va camino de convertirse en otro habitual del festival. Si “El Cabrero” es el flamenco hecho idolatría, Miguel de Tena encierra en su garganta toda una academia. Para ilustrar sobre cualquier palo, bastaría con mostrar una de sus interpretaciones: un clásico que no necesita romper, porque bastante rompe ya con su torrente de voz.

Antes del broche de Castulo, Guillermo Cano puso al público en pie. No es una frase hecha. Cada edición del festival deja un nombre para el recuerdo, un artista que se sale del guión y se mete a la gente en el bolsillo. Esta vez el onubense asumió ese papel. En un momento de la noche, una voz espontánea gritó: “Eres el mejor”. Cano sentenció desde la cátedra de su silla de anea: “Mejor no, diferente”. Con esa personalidad que históricamente ha trazado el perfil de los genios, exhibió sus cualidades. Lo mismo es capaz de mandar callar al mismísimo Calixto Sánchez, aunque fuera una ilusión óptica con el cartel de su maestro de Mairena, que se baja a cantar a pelo, como los grandes entre el público que se levanta a escucharle de cerca. Consciente de que ser perfeccionista no equivale a ser perfecto, ha hecho del inconformismo una bandera. Deudor de tótems como Antonio Mairena o Pepe Marchena, siente que se le estrecha el sendero si se limita a seguir sus pasos. Prefiere abrir caminos en el arte, y el cante es el medio elegido para alcanzar la meta en el horizonte. Picasso decía que se había pasado toda una vida intentando aprender a pintar como un niño. Guillermo Cano quiere ser el niño que busca la trascendencia con su garganta.

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