La singularidad universal

  • En el carácter único de las Fiestas de Mayo de Rute en honor a la Virgen de la Cabeza reside su atractivo para suscitar tanto interés más allá de la localidad

Momento multitudinario de la Morenita en los Cortijuelos

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El poeta Juan Ramón Jiménez se definía como “un andaluz universal”. Con apenas dos palabras, dinamitó cualquier forma de frontera excluyente. Podía sentirse de cualquier lugar sin renunciar a sus señas de identidad. Al contrario, son esas señas más propias, aquellas que convierten a las personas, las cosas o los hechos en singulares, las que trascienden. Las Fiestas de Mayo de Rute tienen algo de eso. Son singulares en muchos aspectos, y eso mismo las proyecta al resto del mundo… Y las coloca en la antesala de ser declaradas Fiestas de Interés Turístico de Andalucía. Sus rasgos diferenciadores y únicos suscitan la atención más allá del límite de un término municipal.

Para empezar, no arrancan en Rute, sino en Andújar, de donde viene todo. Para seguir, mezclan sentimientos de fe con lo lúdico y lo solidario. La asociación “Morenita, Reina de Rute” retoma las actividades en vísperas del segundo domingo de mayo. Entidades como Diputación se suman al patrocinio para concienciar a los pequeños y socorrer a Cáritas, y en la misma línea solidaria la Junta Local de la Asociación Contra el Cáncer celebra su cuestación. Todo fluye anunciando lo que está por llegar. Y lo que está por llegar cristaliza con la ofrenda de flores, una riada humana, otra peregrinación a ver a la Virgen de la Cabeza, anticipo igualmente singular de lo que espera al día siguiente.

Parafraseando a Blaise Pascal (“El corazón tiene razones que la razón no entiende”), el sacerdote Carmelo Santana, párroco de San Francisco, repetiría justo antes de la Bajada: “El corazón no entiende de razones”. Perfecto endecasílabo que podría ser un anverso de luz a lo que sentenció John Hodge en su adaptación del “Trainspotting” de Irvine Welsh: “¿Quién necesita razones cuando está la Morenita?”. La Virgen de la Cabeza desciende desde el altar a ritmo de cánticos, a golpe de sístoles y diástoles que retumban en su templo. Singular es la voz que se alza con un “¡Morenita!” y se hace universal en el coro que secunda un sentido “¡Guapa!” al unísono.

La procesión matinal recrea momentos únicos a fuerza de repetirse en el tiempo, porque única en Andalucía es esta romería urbana. Las calles se personalizan al engalanarse y llega el momento más singular de todos: el de los Cortijuelos, cinco siglos unidos en apenas unos instantes de fervor cantado, homenaje a un grupo de caleros y un diseminado de casas y canteras de cal donde se instauró una devoción. Como el de Cristo, su origen no pudo ser más humilde. Se suceden el “Himno grande” y el “Morenita y pequeñita”, singular de nuevo en la interpretación de la Banda Municipal.

Y se sucede en fin, con la misma singularidad, la metamorfosis del aire romero de la mañana al solemne de la noche. Asociación y cofradía reinventan una forma de festejar a su Virgen con fuegos artificiales, guinda visual a un día en que lo genuino vuelve a traspasar fronteras. Con un impacto mediático mayor si cabe, y puestas en la calle todas las razones, la cofradía anhela el “sí” definitivo de la Junta para Rute a la declaración como Fiestas de Interés Turístico. Lo dicho: ¿hacen falta más razones?

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