Ian Gibson trae a Rute al Lorca rescatador del folklore popular andaluz

  • El recital músico-poético “Como canta un poeta” analiza la labor de investigación del poeta granadino sobre la tradición oral de las canciones de la tierra


Federico García Lorca volcó su arte en tres direcciones básicas: hay un Lorca poeta, otro dramaturgo y otro músico. Esta cara de la trinidad del mismo genio se ha revisado en Rute en el recital “Como canta un poeta”. Su ideólogo es el hispanista irlandés nacionalizado español Ian Gibson. Con él van el barítono toledano Juan Santana y el pianista prieguense Antonio López. La propuesta conmemora el 120 aniversario del nacimiento del creador granadino. A Rute ha llegado con la delegación de Cultura; y ha tenido aceptación, a juzgar por las doscientas personas que llenaron el salón de actos del Edificio Alcalde Leoncio Rodríguez. Como dijo la concejala Ana Lazo, Gibson es el máximo experto en Lorca y el mayor hispanista junto a Paul Preston. A él se suma un tándem de músicos “que quedarán en la memoria del público”. La noche le dio la razón.

  • Luis Santana y Antonio López se encargan de interpretar en vivo las canciones de las que habla Ian Gibson durante el recital

Para Gibson, Lorca es “el mayor poeta andaluz de todos los tiempos”. Ni la barrera del idioma ha frenado su impacto en todo el planeta cultural. Parece imposible que una sola persona “tuviera tantos dones”. Resulta aún más sorprendente que en apenas veinte años creara una obra “a la vez local y universal, que conmueve al mundo por su solidaridad con los perseguidos y desheredados”. Ese mismo pensamiento está en su recopilación de canciones populares. Lorca las rescató del olvido del tiempo y las fijó a una escritura y un pentagrama que las harían eternas. Además, esa tradición permea su obra: a una vasta cultura europea añadió el saber popular presente desde sus primeros poemas.

Instalado en Granada capital desde los 11 años, en plena adolescencia cede a la familia y abandona los estudios de música. Sin embargo, nunca dejaría el piano. En 1920 llega a la ciudad Manuel de Falla. Juntos indagan en el flamenco y organizan el histórico Concurso del Cante Jondo. Intensifica la recuperación de canciones como “Zorongo gitano”, “Las tres hojas” o “Los cuatro muleros”, un villancico “pagano, como todos los que canta el pueblo”. Redescubre “Los peregrinitos” y escribe el “Romancero gitano”. En palabras de Gibson, es “una incomparable fusión de las tradiciones popular y culta”.

Explorada la tradición granadina, estudió la jienense (“Las tres morillas”), la malagueña (“Café de Chinitas”), la hispalense (“Sevillanas del siglo XVIII”) y hasta la burgalesa (“Canción de otoño”). La amplitud de registros líricos va del drama de “Mariana Pineda”, que abrió el recital, o la tragedia del “Romance de los mozos de Monleón” (la tauromaquia como metáfora de la muerte) a la festiva “La Tarara”. Todas recrean temas recurrentes del universo lorquiano. La nanas de Sevilla y Cáceres retratan a niños huérfanos, “los desamparados del mundo”, según Gibson. Ni siquiera “la vivacidad” de “Anda, jaleo”, broche final, oculta su “fátum”: se advierte a una paloma que no salga al campo, como aconsejaron a Federico que no dejara Madrid, pero no rehúyen su destino.

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