Enamorados del Carnaval, contra viento y marea

  • Los aficionados más fieles desafían a un tiempo desapacible en los dos pasacalles del segundo fin de semana

  •  La lluvia no cesó en el pasacalles temático del sábado mientras que el viento arreció en el domingo de piñata

Carnaval 2016
Pese al frío y la fuerza del viento, no faltó quien se lanzara a la calle para poner colofón al Carnaval

Galería 2º Sábado de Carnaval

Galería Pasacalles Municipal

“Llueva o truene, no hay quien nos frene”. El lema de la asociación “Segundo sábado de Carnaval” no podía ser más elocuente. Lo habían difundido por las redes sociales, a la vista del aguacero que se preveía para esta jornada. No importó. El invierno, disfrazado de primavera hasta sólo unos días antes, había quitado la careta justo cuando el Carnaval de calle adquiere protagonismo, a partir del entierro de la sardina. Todas las previsiones anunciaban la lluvia se dejaría ver en el segundo fin de semana, pero la voluntad se impuso a la meteorología. No faltó quien argumentara que puede llover en cualquier momento, pero el Carnaval sólo se vive una vez al año. A mal tiempo, buena cara y sobre todo una sonrisa.

Y ha habido sonrisas, muchas sonrisas y más imaginación aún. ¿Quién dijo que San Valentín no daba juego? Dice el tópico tan recurrente y recurrido que el amor lo puede todo. Y en Rute estamos “Enamorados del Carnaval”. Ése era el lema original elegido por la asociación para el pasacalles temático del segundo sábado. Como apuntaba Eva María Díaz, una de sus promotoras, el tema de cada año no es más que una excusa para disfrazarse y salir a la calle. El derroche de ingenio de la gente acabó dándole la razón. Ni Cupido tiene el monopolio del amor carnavalero ni sus flechas son la única arma para combatir la desazón del día a día. Para aquellos a quienes no alcanzan esas flechas, siempre está Juan y Medio, como casamentero del siglo XXI. Y hay muchas medias naranjas dispuestas a facilitar la tarea. Al fin y al cabo, es un sentimiento que sale del corazón y corazones ha habido de sobra en este día.

Suele afirmar Juan Carlos Aragón, y lo suscriben en Cádiz, La Meca de esta celebración, que el Carnaval es una religión pagana. En Rute, se ha convertido la devoción cofrade en procesión de San Valantines (escrito así). Eso sí, los himnos los tocan las charangas y las batucadas, con permiso de la tuna, como insospechada banda sonora del amor. O algún “golondolieri” extraviado de “La Serenissima” que se arranque con una coplilla conquistadora. No. La lluvia no aguó la fiesta. Sólo el concierto de Rock-o-pop, el grupo encargado de poner el broche a la jornada en el Fresno. Los cordobeses debieron de temer por la integridad de sus instrumentos y pusieron charcos de por medio, agarrándose al paraguas del contrato que les dejaba esa puerta abierta. Ellos se lo perdieron. El recinto no se vació de gente bailando con la música que pincharon Nico Roldán y José Antonio Frías.

Si la lluvia no bastó para disuadir a la afición, la meteorología rebuscó en su arsenal la artillería pesada del frío y el viento para el domingo de piñata. La dura jornada del sábado y la tarde intempestiva causaron muchas bajas, pero no faltó el batallón de resistencia carnavalera. Sólo el ingenio permite tocar una guitarra sin cuerdas o esquiar sin nieve. Por definición, el Carnaval es sinónimo de libertad y como tal la estatua del mismo nombre así lo saluda. La Corte de los Disfraces tiene reyes y peones, pero nunca bufones, porque no se trata reírse de nadie, sino de reírse con todos. Así es el reino donde las estatuas cobran vida y el triunfo sobre el pecado tiene un sabor dulce como el de los bombones Ferrero Rocher.

Poco importa que por las inclemencias meteorológicas se suspendiera el concurso de disfraces que ponía el colofón en el Paseo Francisco Salto. El concejal de Festejos, Antonio Granados, quiso dar las gracias a Rute por cómo se habían volcado participando, pese a las reticencias del tiempo. El premio, en efecto, es para todo el pueblo. Por delante queda una cuaresma completa, y 51 semanas en que la realidad a veces supera en llanto el dolor cuaresmal. No es mucho pedir que la que completa las 52 del año sea por decreto moral de ingenio y desenfreno. Ahora toca soportar con estoicismo y paciencia esas 51 semanas que faltan para el Carnaval 2017. La cuenta atrás ha comenzado.

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