Dolores Alba exalta las cualidades de la Virgen del Carmen y radiografía el sentimiento carmelitano

  • La pregonera hizo un recorrido emocional por su pasado ligado a las Fiestas Patronales, como devota y cofrade

  • Su pregón y la posterior coronación de la reina fueron la antesala al día grande de las Fiestas Patronales

Pregón
Dolores Alba, alternó los momentos de exaltación a la Virgen con sus vivencias más personales

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Había anunciado que el suyo sería un pregón centrado en la Virgen del Carmen. Y no faltó el protagonismo hacia la Patrona de Rute. Pero en todas las personas la devoción va ligada a la vivencia; y a Dolores Alba, Loli para todos sus paisanos, la pregonera de  las Fiestas Patronales de este año, vivencias no le faltan. Por eso, en su discurso se intercaló la exaltación a la Virgen con su propia experiencia vital. Fue de un lado a otro sin estridencias, como la costurera que hilvana con sutileza cada pespunte. En su caso, una metáfora recurrente fue la del manto de la Virgen. Pero su pregón estaba entrelazado en varios aspectos. Además del contenido, hiló fino en su estructura. Su división en tres partes no fue una separación abrupta, sino que cada una se daba la mano con la siguiente. En ellas, expresó su fervor carmelita, que se entiende desde su pasado y se confirma en el presente.

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Tras el pregón, María Roldán Ordóñez fue coronada como “carmelitana mayor”

Antes de que ella subiera al atril situado junto al altar de Santa Catalina, y ante la Patrona, la comitiva había partido de la calle Priego, desde la casa de la abuela de la reina, María Roldán Ordóñez. Tras un trayecto por las calles Del Pilar y Granada, el cortejo entró en la parroquia para que Francisco Caballero, anterior presidente de la archicofradía, introdujera el acto. Quien se encargó de presentar a la pregonera, en cambio, fue su marido, Manuel Reina. Tenía claro quién debía ser el centro de atención. Por eso, su intervención fue breve, pero suficiente para resaltar las cualidades de su esposa, simbolizadas en una única palabra igualmente corta: “fe”. Fe, por supuesto, en su Virgen del Carmen, pero también en sus principios y en su gente.

A continuación, sí le tocó hablar a Loli Alba, pregonar a su Virgen del Carmen, y en otro hilván más, ir de su condición más humana a la que la hace trascender. Porque comenzó recordando el pasaje bíblico de la visita  a su prima Isabel. En él, a modo de declaración de intenciones, deja claro que “no hay mejor bálsamo para confortar las heridas del alma que el sentirse servidor de los demás”. A esa altura del pregón, es decir, en sus primeros compases, apareció otro hilván más, el que enlazaba la prosa con el toque lírico. Y musical: porque hablar de compases no es sólo una expresión figurada. Con idéntico tono sugerido al de todo el pregón, Loli se hizo acompañar al principio y al final por el fondo musical del violín de Luis Manuel Jiménez Cobos. Igualmente sugerido estaba el título de esa primera parte, elocuente aunque no llegara a decirlo en voz alta: “Gracias, Madre”. En efecto, tras los saludos pertinentes, manifestó ese agradecimiento, que hizo extensivo a la gente que ha conformado su memoria devocional, desde su familia a personas entrañables como Pepita Rueda.

La memoria estaba muy presente en las dos primeras partes de su alocución. Una sería la memoria a largo plazo, aquella que la retrotrae a su infancia. Es la infancia de una niña a la que su abuelo Manuel Baena, a quien dedicó el pregón, la conduce de la mano, no sólo a la ermita de la calle Toledo, sino a un sentimiento. Su devoción por la Virgen del Carmen y su forma de ser están cimentadas en esos años en que la mira desde esa reja “que separa el cielo de la tierra”. La otra memoria reflejada en su discurso es a corto plazo, o al menos más reciente. Apenas se remonta cuatro años atrás, cuando tomó un papel activo en la archicofradía, al entrar como secretaria en la junta de Gobierno presidida por Francisco Caballero. Loli se refirió al resto de integrantes de esa junta, no sólo como compañeros de viaje, sino, en los buenos y en los malos momentos, cómplices de una misma devoción que les ha permitido seguir adelante.

La tercera y última parte es atemporal. En ella, está reflejada la manera en que amanece “cada 15 de agosto en Rute”. Como sucede con otras fechas señaladas de estas Fiestas, como el día del Traslado, es el mismo todos los años, pero siempre diferente, la consecuencia de una tradición forjada en décadas, en siglos, que se repite y se renueva. Por eso es pasado y presente, y como apuntó, basta decir el nombre de “Carmen” para ser consciente de ese sentido de “pertenencia”, a unas raíces, a una cultura, a una tradición. La pregonera sabe que todos los sentimientos antes expresados culminan y se funden en este día tan especial para todo un pueblo, la puesta en escena final de todos los pespuntes hilvanados a lo largo del tiempo. Por eso detuvo su discurso justo ahí, sin recrearse en todos los momentos que encierra el 15 de agosto. Con su elipsis, en lugar de contarlos, invitó a salir a la calle a vivirlos, a la vez que cedía todo el protagonismo a la Patrona, para que Rute la contemplara en su día grande.

Terminado el pregón, la comitiva se trasladó hasta el Paseo Francisco Salto, siempre bajo el acompañamiento de la Banda Municipal. Allí, María Roldán Ordóñez recibió del alcalde Antonio Ruiz y el actual presidente de la archicofradía, Leopoldo Jiménez, la corona que la distingue como “carmelitana mayor” de este año. A continuación, la reina impuso las bandas a sus damas de honor, María Trinidad Sánchez Repiso y Carmen Cobos Sánchez. Con la entrega de sendas placas de recuerdo a la pregonera y su esposo y presentador, se dio paso a la cena de hermandad. Por delante quedaba una noche para digerir tantas emociones, y un día aún más intenso.

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