Devoción y nostalgia se mezclan en las fiestas en honor a Nuestra Señora del Consuelo

  • La Hoz se convierte en el punto de reencuentro para muchos que tuvieron que emigrar fuera o simplemente para quienes regresan de sus vacaciones

  • La aldea ha aglutinado un programa que mezcla lo religioso con lo lúdico y lo cultural, y que marca el final del calendario festivo del verano

la hoz
El espectáculo piro-musical que sustituye a los fuegos artificiales se ha confirmado como un acierto que gusta a los asistentes

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Como es habitual, cuando llega el primer fin de semana de septiembre Rute vuelve la vista hacia la aldea de La Hoz. Sus fiestas en honor a Nuestra Señora del Consuelo sobrepasan el ámbito meramente religioso. Junto a un programa combina los actos lúdicos y culturales, marcan en el calendario un punto y aparte; un punto de retorno de las vacaciones para muchos, de reencontrarse después de unas semanas de ausencia para volver a empezar. También son una vía de escape, porque, entre otros muchos atractivos, La Hoz constituye un oasis, un alivio del calor que se deja sentir en el casco urbano, incluso cuando el verano da sus últimos coletazos. Este año las temperaturas resultaban extremas incluso en la aldea, que tampoco se ha librado de la sensación de sofoco. Aun así, siempre apetece volver allí, a esa suerte de tierra prometida o paraíso perdido. Porque La Hoz tiene mucho de eso, y ahí reside buena parte de su encanto.

  • Hay en estas fiestas un componente de reencuentro y de nostalgia, de vuelta a las raíces
  • El espectáculo piro-musical demuestra la capacidad de la cofradía para reinventarse y hacer de la necesidad virtud

Hay, en efecto, en estas fiestas un componente de nostalgia, de vuelta a las raíces. Como recuerda Manuel García Iturriaga, autor del testimonial libro “Consuelo: entre El Pamplinar y La Hoz”, y coordinador de la revista que cada año edita la cofradía para la ocasión, son más de un centenar las familias enteras que tuvieron que marcharse de la zona de Las Huertas con la construcción del Pantano de Iznájar. Algunas intentan volver cada primer fin de semana de septiembre. Otras, si no pueden, colaboran desde la distancia con algún escrito para la revista, pero tienen siempre presente de dónde vienen. A su vez, al estar en destinos tan lejanos, han contribuido en parte a difundir la devoción por la Virgen del Consuelo. Esa repercusión traspasó fronteras hace unos años cuando la Conferencia Episcopal la eligió como imagen para su felicitación de Navidad.

No es de extrañar, pues, que los lugareños sientan esta imagen como algo propio, parte de su patrimonio. Algunos se quedaron en el casco urbano de Rute y otros marcharon mucho más lejos, pero la Virgen del Consuelo y estas fiestas han servido para mantener su memoria y sus vivencias ligadas a esta tierra que es su origen. Para Bernabé Padilla, hermano mayor de este año junto a su esposa, Flor Salvador, la clave está en la cofradía se gestó en el seno de los agricultores de la zona. Él mismo representa el perfil de muchos que en su día se fueron por motivos de trabajo. En todos estos años no ha dejado de volver, pero ahora que está jubilado puede compaginar mejor su estancia en Madrid y en La Hoz. Es consciente de que la construcción del embalse fue beneficiosa, pero a su vez terminó con buena parte de Las Huertas, que servían de punto de unión entre Rute e Iznájar. También está convencido de que ha sido muy conveniente reconducir el agua del Nacimiento, pero echa en falta una mayor apuesta institucional por conservar un entorno privilegiado.

Lo dice consciente de que ese entorno representa una parte esencial de la singularidad de esta celebración. Para lo bueno y para lo malo, condiciona en todos los aspectos el desarrollo de las fiestas. Así, al hallarse en pleno parque natural, desde hace unos años se suprimieron los habituales fuegos artificiales por los problemas que planteaba obtener los permisos. En su lugar, se apostó por un espectáculo piro-musical que se ha confirmado como todo un acierto y que este año volvió a deleitar a los presentes con un fondo sonoro de “Carmina Burana” y la Novena Sinfonía de Beethoven. El espectáculo demuestra la capacidad de la cofradía para reinventarse y hacer de la necesidad virtud. Ya lo había hecho patente cuando hace dos años suplió la falta de relevo generacional en los costaleros con un sistema mecánico para llevar a la Virgen que empieza a ser imitado en los alrededores.

La procesión del primer sábado del mes fue el momento culminante de unas fiestas cuyo programa había arrancado antes. Lo hizo el mismo día 1, jueves, con el rezo del rosario y el concierto de música clásica. Al día siguiente, el viernes 2, tuvo lugar la misa y la posterior cena de hermandad, para la que no hay que reservar entrada, pero que siempre se llena de gente. La cena dio paso a la velada, amenizada por la orquesta Fusiones del Sur, que volvería a repetir en la jornada del sábado. Antes, desde primera hora de la mañana había habido actividades como las carreras de cintas, en lo que representa otra forma de mantener estas tradiciones populares. También se había abierto la mesa de regalos para que la gente se volcara colaborando como suele hacerlo.

El momento central del sábado, y de estas fiestas, llegó a las nueve y media de la noche, cuando la imagen de Nuestra Señora del Consuelo salió en procesión. Para ello, se contó con el acompañamiento musical de la Agrupación Santo Ángel Custodio. Tampoco faltaron los representantes las autoridades políticas y eclesiásticas, las típicas mantillas y los representantes de las hermandades y cofradías ruteñas. La comitiva recorrió todos los recovecos de la aldea, para regresar a su templo en torno a la medianoche y dar paso al espectáculo piro-musical. A continuación, se reanudó la velada y se procedió a la primera parte de la subasta. Hasta hace un año, la segunda, la llamada “subastilla”, se hacía el domingo. Sin embargo, como en la edición de 2015 llovió, hubo que posponerla una semana. La iniciativa tuvo tan buena acogida que la junta de Gobierno presidida por Perfecto Rodríguez ha optado por mantener este cambio. Son al fin y al cabo formas de introducir novedades, de reinventar unas fiestas sin que éstas pierdan su tradición y su singularidad.

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