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Representantes públicos, trabajadores municipales y gente de la calle se suman a la concentración convocada para repudiar la barbarie terrorista
Como tantos municipios de España, Rute ha llorado en silencio a las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils. A veces, ese silencio, lejos de ser cómplice, es la forma más elocuente, efusiva y atronadora de repudiar la barbarie del terrorismo. A las doce del mediodía, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) había convocado en todo el país concentraciones para condenar dichos atentados. La convocatoria se había gestado apenas unas horas después de que la furgoneta de la muerte sembrara el horror en las Ramblas de la Ciudad Condal. Aún no se sabía que, como en el peor de los terremotos, la tragedia tendría una réplica en Cambrils.
- Con esta concentración se ha querido expresar la unidad de los demócratas contra la barbarie y en favor de la libertad
En Rute, el paro se ha efectuado ante las puertas del Ayuntamiento. Allí se han congregado representantes públicos, trabajadores municipales y gente de a pie. Todos, todas, se han sumado a los cinco minutos de silencio, para acallar con él el ruido sanguinario de las balas, las bombas y las furgonetas que atropellan vilmente a inocentes. Todos, todas, son conscientes de que están reflejados en las víctimas de Barcelona y ya también de Cambrils; de que los atroces antecedentes de ISIS en otras ciudades europeas no eran episodios ajenos, porque el idioma de la democracia y la paz ha de ser universal.
En esos mismos términos se ha expresado el alcalde de Rute, Antonio Ruiz. Ha sido el único que se ha dirigido a los asistentes para concluir la concentración. Esta vez el silencio ha sido tan respetuoso que hasta los portavoces políticos han declinado hacer declaraciones. Ruiz ha reconocido que era un día “triste, para Rute, para España, para la democracia y la libertad”. Tras décadas sufriendo el terrorismo de ETA ahora nos azota otro “más global, pero igualmente bárbaro”. Es “el mismo” que atacó en Madrid los trenes de Atocha, o el mismo que ha matado en Niza, París, Berlín o Estocolmo. La barbarie causa un gran dolor, pero hay que mostrar solidaridad con las víctimas y “unidad férrea y firme, y convicción absoluta de que nunca podrán vencer a la libertad”.
